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Páginas de la Historia
LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA
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El pasado 14 de abril se cumplieron 77 años de la proclamación de la
Segunda República Española, que duró hasta el fin de la Guerra Civil Española el 1 de abril de
1939
Esta proclamación se produjo después de la victoria de los principales partidos republicanos en las elecciones municipales, sobre todo en las ciudades, provocando la abdicación y la marcha del rey, Alfonso XIII, al exilio en Roma un día después. Fue auspiciada básicamente por los intelectuales.
Se constituyó un gobierno provisional, presidido por Niceto Alcalá Zamora cuyo primer objetivo fue la celebración de elecciones a Cortes.
El 11 de mayo de 1931, no obstante, antes de las elecciones, se produjo un hecho lamentable como fue el asalto a conventos, colegios y centros católicos, seis de los cuales resultaron destruidos.
Estas elecciones se celebraron el 28 de junio de 1931, con el triunfo de la coalición de partidos de izquierda
y republicanos. Desde el 14 de octubre de 1931, el nuevo presidente del gobierno fue Manuel Azaña, que
sustituyó a Niceto Alcalá Zamora que había presentado su dimisión por su desacuerdo a la persecución
anticatólica del Gobierno republicano.
Se elaboró una nueva Constitución republicana, aprobada el 9 de diciembre de 1931, donde se definía a España
como una República de trabajadores, se aceptaba el principio de autonomía y se proclamaba la aconfesionalidad
del Estado, no considerando a ninguna religión oficial.
Esta Constitución fue elaborada en la misma línea que las anteriores, redactada a medida de los partidos
gobernantes, impuesta sobre los otros, como el resto de las Constituciones habidas hasta entonces.
Según palabras pronunciadas por Santiago Carrillo, cronista parlamentario en aquellas fechas, con motivo de un
curso de verano de la Universidad Complutense, para conmemorar el 20 aniversario de la actual Constitución,
“Parecía que estuviesen haciendo la Revolución Francesa”.
El artículo 26 de la Constitución de 1931, separaba la Iglesia del Estado y convertía a España en un Estado
laico. Durante toda la Segunda República, la cuestión religiosa provocó graves enfrentamientos entre los
extremistas de izquierda y de derecha. Buen ejemplo son las palabras de José María Gil Robles: “En el orden de
las libertades públicas es tiránica, en el orden religioso es persecutoria y en el orden de la propiedad es
vergonzantemente bolchevique”.
El mismo día que se proclamó la República Española, Francesc Macià proclamó también la República Catalana, y
obligó al gobierno provisional a negociar el Estatuto de Autonomía para Cataluña, que fue aprobado el 2 de
agosto de 1931.
El 24 de enero de 1932, siguiendo con los hechos cronológicos, el Gobierno disolvió la Compañía de Jesús y
confiscó todos sus bienes en España.
La economía española fue golpeada también por la crisis económica mundial de 1929. El gobierno de Azaña no pudo
llevar a cabo las reformas esperadas y esto provocó su derrota el año 1933.
Manuel Azaña estaba en coalición con partidos que eran partidarios de una revolución parecida a la revolución
de octubre de 1917 en Rusia y querían convertir España en un estado marxista y algunos partidos más moderados
como el suyo que no lo veían claro. Así el enfrentamiento más importante entre los más moderados y los más
radicales, fue cómo llevar a término la reforma agraria.
EL 24 de agosto de 1932 se produjo un intento de golpe de estado protagonizado por el General Sanjurjo.
Finalmente, fue desterrado a Portugal después de ser condenado a muerte primero y a cadena perpetua después.
El 9 de septiembre de 1932 se aprueba el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Antes, en septiembre de 1931, se
había rechazado, en las Cortes, el proyecto de Estatuto Vasco por rebasar los límites constitucionales.
El 18 de mayo de 1933 se aprueba la Ley de Congregaciones, que convierte en propiedades públicas todos los
bienes de la Iglesia.
Con motivo de la amenaza de un vuelco electoral, el gobierno prohibió mítines y reuniones de la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), el partido de José María Gil Robles. Gil Robles fue acusado de
fascista por los más radicales de izquierda, cuando en realidad era demócrata-cristiano.
Entre los trabajadores, sobre todo los del campo, el gobierno tuvo que afrontar huelgas e intentos
revolucionarios, que provocaron el descontento de los sectores tradicionales durante toda la República.
El 9 de octubre de 1933 se disuelven las Cortes y se convocan nuevas elecciones. José Antonio Primo de Rivera
funda Falange Española el 29 de octubre de 1933.
Las elecciones del 19 de noviembre de 1933 dieron el triunfo al partido de Gil Robles. El encargado de formar
gobierno fue Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical, que estaba en coalición con la CEDA. Estas
elecciones se caracterizan porque pudieron votar por primera vez las mujeres.
Los radicales de izquierda no querían a José María Gil Robles en el gobierno, y de aquí el origen de la
revolución de octubre de 1934, dado que José María Gil Robles pasó a formar parte del gobierno el 1 de octubre
de 1934. La Revolución fracasó en todo el Estado Español menos en Asturias donde consiguió la unión de todas
las organizaciones de trabajadores. Duró del 5 al 19 de octubre de 1934 y tuvo que ser sofocada por el ejército
venido de Marruecos.
El País Vasco aprobó su Estatuto de Autonomía en 1931, pero en 1934 todavía no había entrado en vigor. Mientras
tanto, la izquierda se estaba organizando, y estaba elaborando un programa de unidad de cara a las elecciones
de 1936. En 1935, Manuel Azaña, propuso la creación de un frente popular.
Los tradicionalistas, también se estaban reorganizando. “Si la revolución quiere guerra, tendrá la guerra”,
decían.
El 7 de enero de 1936 se disolvieron las Cortes y se convocaron nuevas elecciones que se celebraron el 16 de
febrero de 1936. El triunfo del Frente Popular puso en evidencia la división de España. El Frente Popular
consiguió 4.838.449 votos y la derecha 3.996.931. La derecha, pese a la derrota, había aumentado su fuerza.
Desde el 19 de febrero hasta el alzamiento, España fue gobernada por un gobierno sin socialistas presidido por
Manuel Azaña. La lucha por el poder, se desplazó de las Cortes a la calle. Las voces de los hombres de acción
de la derecha y las de los partidarios de una revolución obrera estaban aislando a los legalistas.
Dentro de la izquierda, y sobre todo en el partido socialista, se estaban produciendo enfrentamientos entre la
opción de Indalecio Prieto, más moderada y democrática, y la opción de Francisco Largo Caballero, más
revolucionaria y dictatorial. Los enfrentamientos entre UGT y CNT, también eran evidentes.
El 10 de mayo de 1936, Manuel Azaña presenta su dimisión como presidente del Gobierno y es nombrado presidente
de la República en sustitución de Niceto Alcalá Zamora. Santiago Casares Quiroga pasa a ocupar la presidencia
del Gobierno.
El 15 de junio de 1936 José María Gil Robles denuncia en el Parlamento los desórdenes habidos desde el 1 de
febrero hasta el 15 de junio de 1936: 160 iglesias destruidas, 251 asaltos a templos, 215 agresiones, 69
centros políticos destruidos, 312 edificios asaltados, 113 huelgas generales, 10 periódicos de derecha
destruidos, 83 periódicos asaltados, 146 bombas entre otros.
En la extrema derecha, todas las voces clamaban por la utilización de la violencia en la lucha por el poder. En
el ejército se estaba preparando la sublevación militar. Desde el gobierno no se hizo caso de los movimientos
de los conspiradores, como el alquiler de un avión británico, el famoso “Dragon Rapide”, para trasladar a
Francisco Franco a Marruecos.
El gobierno nunca creyó en el triunfo de una revolución militar. Largo Caballero pensaba que la única violencia
sería la proletaria y pensaba que las advertencias de Prieto, eran una estrategia para obligarle a entrar en el
gobierno. Así que cuando el ejército de Marruecos se pronunció, el gobierno estaba desprevenido.
El detonante fue el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936. El pronunciamiento, se produjo el 18 de
julio de 1936.
Muchos de los intelectuales se politizaron. Al producirse el alzamiento, la mayoría permaneció al lado de la
República.
El alzamiento propició cambios radicales. Manuel Azaña ocupó la presidencia de la República, y la presidencia
del gobierno fue sustituida por hombres más radicales como Francisco Largo Caballero o Juan Negrín, partidarios
de la revolución, o mejor dicho, de la dictadura marxista.
Así que, lo que había sido un alzamiento contra un gobierno democrático se convirtió en la lucha de dos bandos
autoritarios o dictatoriales: el fascista y el marxista.
El final de la República, el 1 de abril de 1939, dio lugar a casi 40 cuarenta años de régimen fascista.
Ha habido voces que han dicho que la República cayó porque las potencias occidentales no condenaron lo
suficiente el alzamiento fascista y no ayudaron al gobierno republicano. Pero estas potencias vieron,
inteligentemente, que la Guerra Civil Española era una lucha entre dos regímenes, y optaron por la neutralidad,
sin dar apoyo ni a un régimen ni a otro.
Nada más hay que observar los países que ayudaron a los bandos. La Unión Soviética, en dictadura marxista desde
1917, al nuevo gobierno marxista de la República, y Alemania e Italia en dictaduras fascistas desde 1933 y 1929
respectivamente, a los sublevados, interesados todos ellos en que hubiese un nuevo régimen, bien fascista,
bien marxista en España.
La Segunda República Española nació dividida, partida en dos partes irreconciliables, y finalizó con estas dos
partes mas irreconciliables todavía, y aunque esta herida comenzó a cerrarse, cuando en su primer discurso como
rey, Juan Carlos I hizo propósito de ser el rey de todos los españoles, todavía no se ha cerrado del todo.
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