Neftalí Ricardo Reyes, más conocido como Pablo Neruda, nació en Parral (Chile) el 12
de julio de 1904. El pasado año 2004 se celebró su primer centenario y es una excelente ocasión para recordarlo a través de lo que mejor hizo: escribir poesía.
Entre sus obras destacamos
Veinte poemas de amor y una
canción desesperada,
El hondero entusiasta,
Residencia en la Tierra,
Crepusculario,
Odas elementales,
Nuevas odas elementales y un largo etcétera.
Fue un hombre comprometido con su tiempo y, en Madrid, dirigió "Caballo verde para la poesía" que se convirtió en la revista aglutinante de muchos de los poetas del grupo del 27 y también del 36. Sin ir más lejos
entre Miguel Hernández y Pablo Neruda se fraguó una buena amistad, lo mismo que con Lorca y Alberti y tantos otros.
Pablo Neruda fue diplomático y estaba en España cuando estalló la Guerra Civil, hecho que marcó hondamente su vida y su poesía. Recordemos que también escribió prosa. Así, Confieso que he vivido, escrito de manera
magistral, recoge sus memorias. Ya de vuelta a su país, apoyó el gobierno de Salvador Allende y, con el golpe de estado de Pinochet, tuvo que retirarse a su casa de Isla Negra, en Chile, en donde murió, silenciado,
en 1973.

Hoy reseñaremos ocho de los poemas (escogidos por mero gusto personal) que forman
sus Veinte, que es una obra de juventud que él escribió con poco más de 20 años. Se trata de un best-seller poético que han leído distintas generaciones y que atrapa por su fuerza, por su vehemencia, por la energía
de sus sentimientos y por las imágenes insólitas y cautivadoras que emplea el poeta.
En el poemario habita la melancolía, por un lado aparece el recuerdo de un amor dejado atrás, aunque se intuye la llegada de un nuevo amor. Neruda abandonó en Temuco a una amada y encontró en Santiago de Chile a
otra nueva mujer, lo cual se plasma a lo largo del libro. Para Neruda la mujer es esperanza, motivo de goce como podemos entrever en el poema 3:
Ah, vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
Como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
La naturaleza está presente en todos estos poemas ya que la mujer es portadora de lo más esencial, de los principios básicos que rigen el universo. En el poema 4 Neruda se recrea en una escena en que el viento
acuna su historia amorosa:
"Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
El viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
Latiendo sobre nuestro silencio enamorado".
A menudo, emplea símbolos vegetales para referirse a la amada, es el caso del poema 5 en el que compara sus manos con uvas. Se trata de un poema en el que la fuerza de la pasión se impone por encima de la soledad y
el recuerdo:
"Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
Para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras."
Neruda pasa balance a su corta historia amorosa y recuerda a la amada que dejó en Temuco, recuerda sus ojos, su voz y cierra así o lo intenta una etapa de su vida.
El poema 12 es un poema de vida, puro y enérgico, en el que Neruda, por arte del amor, despierta a su amada y la cambia y le da alas y le da libertad:
"Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
Lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
Pájaros que dormían en tu alma".
El poema 15 señala la ausencia como tema principal, pero no es una ausencia marcada por la pérdida, no, más bien es una ausencia de lo incompleto, de lo que apenas se percibe, de lo infinito:
"Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca".
Neruda afirma el amor en el poema 18 con vehemencia y vuelve a las imágenes terrestres y marinas. Se siente pletórico y trata de expulsar, con el viento, su propia soledad porque el amor lo invade todo:
"Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Éste es un puerto.
Aquí te amo".
Neruda emprende una búsqueda hacia su interior y hacia el amor, una búsqueda en la que la nostalgia, la ausencia y el dolor del recuerdo son fuertes. Así lo vemos en el poema 20, que es un texto hermosísimo. Neruda
en el poema 20 parte de una disposición anímica especial, de la tristeza, y poco a poco va pasando por los distintos estadios, como la melancolía, la pérdida, la ausencia, para desembocar en la nostalgia que cierra
así un episodio porque la amada ya no está con él, aunque sigue doliendo su recuerdo:
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera aguardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo".
Para Neruda, lo acabamos de comprobar, las palabras son objeto de paz y de amor. Fue, como dijimos, un hombre comprometido con su tiempo, un hombre que viajó mucho y que conoció bien el alma humana. En un momento
como el que estamos viviendo en que a menudo el dolor parece querer ser más fuerte que la esperanza, en un momento en que el terror ciego pretende imponerse, es importante recordar a alguien como Pablo Neruda quien
utilizó como única bandera las palabras y la poesía.
Cerramos esta breve referencia con un mensaje del poeta que más que nunca se nos antoja necesario y primordial. Dice Neruda: "La poesía es siempre un acto de paz. El poeta nace de la paz como el pan nace de la
harina".
Amasemos, pues, entre todos, el pan de la esperanza y de la solidaridad.