
Hubo una vez un hombre que quería llegar hasta las estrellas; se llamaba Antoine, nació en Francia y, claro, como quería llegar hasta las estrellas, obtuvo el título de piloto. Pero la única manera de llegar a las estrellas y de poseerlas es desearlo mucho. Antoine lo sabía: él era un soñador, y los soñadores conocen la verdad de los niños, la primera y más
"real" de todas las verdades. Y como sabía que desear es tener y que tener es crear, Antoine, además de su avión, contaba con una caja de lápices de colores, una pluma y un corazón grande como las estrellas.
Cuando regresaba de sus viajes, cuando después de haberse elevado en el cielo seguían siendo las estrellas distantes sueños de luz, llenaba hojas y hojas con palabras y así escribió
Vuelo nocturno y
El principito. Y al fin llegó a las estrellas.
Este escritor francés, apasionado por la aviación y con una fuerte atracción hacia la aventura, no cesó en toda su carrera literaria de hablar de héroes, de sacrificio, de las virtudes de la camaradería, del
entusiasmo idealista, del trabajo como lugar en que se revela el coraje de cada cual, de esa soledad excepcional del piloto, privilegiado héroe solitario capaz de emborracharse de la belleza del mundo.
Antoine Saint-Exupéry nace en Lyon el 29 de junio de 1900. Estudia en varios colegios de Francia y Suiza. Empieza Arquitectura y en 1921 ingresa en las fuerzas aéreas francesas y posteriormente pasa a la aviación
civil. Desempeñó varias y arriesgadas misiones de correo aéreo entre la metrópoli y las colonias africanas y luego hasta Sudamérica. Ejerce de corresponsal de prensa en Rusia y en España. Tiene varios accidentes
aéreos y en los periodos de convalecencia se dedica a escribir novelas. Durante la segunda guerra mundial, y después de la derrota de Francia, consiguió llegar a EE.UU. y en 1940 se enroló en las fuerzas de
liberación, dirigidas por el general De Gaulle. Antoine Saint-Exupéry desapareció con su avión sin dejar rastro el 31 de julio de 1944. Era un hombre joven y su temprana muerte desató una leyenda que no ha cesado de
crecer.
La obras de Saint-Exupéry, basadas en sus experiencias como piloto, constituyen una exposición de su filosofía sobre las virtudes humanas y el heroísmo. En 1926 aparecería su novela breve
El aviador,
a la que seguirían
Correo del sur (1928),
Vuelo nocturno (1931), con prefacio de André Gide;
Tierra de hombres (1939) y
Piloto de guerra (1942). En
1943 publicó la fábula infantil
El principito, ilustrada por él mismo, y con la que se dio a conocer mundialmente, y en 1944
Carta a un rehén. Póstumamente vieron la luz un libro de
reflexiones,
Ciudadela (1948), una de las más hermosas utopías del siglo XX, o más bien la expresión de su anhelo de perfección y trascendencia; sus apuntes con el título
Carnets
(1961) y la recopilación de artículos
Un sentido a la vida (1956).
De todas sus obras, el público ha preferido siempre dos: Vuelo nocturno y El principito. La primera condensa de alguna manera las preocupaciones del autor, Riviére, su personaje principal, es un exponente del
jefe-problemático, del hombre que antepone el deber a cualquier otra consideración.
En cuanto a El principito, traducido a todas las lenguas, hace mucho tiempo que se ha convertido en uno de los grandes clásicos de la literatura infantil. Incluso de la adulta: según una reciente encuesta, muchos
franceses lo consideran el mejor libro del siglo XX. Y la verdad es que, visto con perspectiva, es el libro en que la filosofía del autor está expuesta con menos retórica literaria y más eficacia narrativa.
Al releer este libro se nos viene a la memoria el verso de Unamuno: "Vuelvo a ti, mi niñez..." En El principito, Saint-Exupéry con una sencilla simbología de gran calidad poética, marca las pautas de la liberación
del hombre de sus propios males y errores, e invita a la sencillez, a la pureza, a la verdad, encarnadas por el ingenuo candor del niño protagonista. Heidegger dijo en una ocasión que se trataba de unos de los libros
más existencialistas del siglo.
Y como nos dijo la voz lírica de la narrativa: "Si un niño llega hasta ustedes, si este niño ríe y tiene cabellos de oro y si no responde cuando se le interroga, adivinarán en seguida quién es. ¡Sean amables
entonces! No me dejen tan triste: comuníquenme pronto que él ha regresado..."