
Carlos Edmundo de Ory es un poeta en todo su ser, uno de los grandes creadores del lenguaje de nuestro país y de nuestro siglo. Es una existencia
dedicada a la poesía. Con nostalgia de su tierra gaditana, se autoexilia de una patria que nada hizo por retenerlo, se libera así de ese diario sufrimiento de las cosas que no son y que quisiera uno que fueran... No
se dobla, no transige en este mundo de claudicaciones bochornosas. Y como nos dijo Carlos Edmundo de Ory: “Yo vivo iluminado, aunque esas cosas no debería decirlas. Hasta muerto estoy vivo, y cuando esté en el
cementerio seguiré escribiendo”.
Cada vez son más los documentos y bibliografías sobre el movimiento postista. No siempre Carlos Edmundo ha obtenido la justicia que merecía. Hace algún tiempo, Carlos escribió esta lágrima voraz: “A veces escribo
algo tan hermoso que me horrorizo de saberme desconocido”. Este poeta auténtico constituye con su vida y obra una de las trayectorias mas deslumbrantes y vanguardistas de la poesía del siglo XX y quizá sea uno de los
poetas más geniales de España.
El postismo es una de las experiencias poéticas de vanguardia más sugestivas de la posguerra. La génesis del postismo y su posterior desarrollo es inseparable de la confluencia de tres personalidades singulares:
Carlos Edmundo de Ory, Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi.
Carlos Edmundo de Ory nace el 27 de abril de 1923 en Cádiz. Hijo del poeta modernista Eduardo de Ory, estudia bachillerato en el Instituto Provincial de Cádiz, y, posteriormente ingresa en la Escuela de Náutica, pero
abandona los estudios cuando estalla la guerra.
En 1940 escribe sus primeros versos. De este año es su libro
Sombra y pájaros, en el que es evidente la influencia de la estética modernista. Su lenguaje se encuentra plagado de efectismos
imaginistas y de expresiones de castizo andalucismo.
Un año más tarde termina su segunda colección de poemas,
La canción meditada, y en el siguiente año finaliza otro cuaderno de poemas,
Canciones amargas. En octubre de 1942 se
traslada a vivir a Madrid. Es nombrado bibliotecario del Parque Móvil de Ministerios Civiles, cargo que ocupará hasta 1953.
En el madrileño Café Pombo, en 1944, se produce el primer encuentro entre Eduardo Chicharro y Carlos Edmundo de Ory. Chicharro lo cuenta así: “Lo descubrí en seguida... entonces dije: Este es un poeta”. Y añade: “Fui
su maestro con el tiempo él lo fue mío”.
El movimiento postista nació oficialmente en el Café Castilla, la noche de Reyes de 1945. La revista Postismo no dejó de sorprender en los sectores literarios más inmovilistas del país. Tuvo que cambiarse el nombre
de la revista. Y de ahí que el segundo número se denominase La Cerbatana.
Tras la singladura histórica del postismo, funda un nuevo “ismo” el Introrrealismo. En 1952 viaja a París con una beca concedida por el gobierno francés. Publica su libro de relatos
Kiriquí-Mangó. En
1956 contrae matrimonio con Denise Brenilh. Un año más tarde viaja a Perú donde ejerce como profesor en la Escuela Superior de Chosica. Regresa a París en 1958. Aparecen sus libros
Aerolitos, Técnica y
llanto, La flauta prohibida, Los sonetos, Poesía abierta, Metanoia...
En 1970 publica su colección de relatos
El alfabeto griego, su libro de poemas
Música de lobo y la edición antológica poética. En 1986 es profesor de español en la Universidad de
Picardía de Amiens. Y en el 2006, la Junta de Andalucía le ha concedido la distinción de Hijo Predilecto de Andalucía.
“El postismo es -nos dice de Ory-, primeramente, como todo arte, emoción”. El movimiento postista tiene una extensa relación de propósitos: Encontrar la poesía pura; desentrañar lo misterioso; hacer del lenguaje una
fuente de inspiración; ser libres, totalmente libres, hasta hacer culto del disparate; profundizar en lo mesiánico, el arte de los enajenados mentales, los niños y los salvajes; inundar a las gentes con amabilidad,
alegría y hermosura; volver otra vez a la espontaneidad; oponer a un arte, pobre y académico, las maravillas de la imaginación y la libertad, y devolver la cordialidad a todos con nuestra era de locura. En esta línea
hay que entender la más bella definición postista: “El postismo es la locura inventada”, que dijera Carlos Edmundo de Ory.
La ceremonia postista ha sido también, lisa y llanamente, una protesta airada que escondía una clara actitud contestataria frente a los designios culturales de la sociedad que había engendrado el nuevo régimen.
De Ory es la voz del postismo, la voz de la locura inventada, desbordante de inspiración y de genio poético. Y como dijo el poeta Silvano Sernesi: “Y sobre tus romances / revive mi tristeza; / mi corazón parado / y
mi nostalgia muerta. / Gracias, Carlos, amigo / por tu don de poeta”.