
En
su obra "La Ciudad de San Fernando, historia y espíritu", su autor Salvador Clavijo informa
ampliamente sobre las dos solemnidades al aire libre que se celebran todos los años en los extremos
Norte y Sur (Arsenal de la Carraca y Cerro de los Mártires): la del Arsenal en abril y la del Cerro
el 23 de octubre.
Por lo que respecta a la tradicional "Bendición del Mar" (cuyos datos históricos facilita a sus
invitados el Arsenal), la celebración periódica corre a cargo de la Marina de Guerra, y a tan
emotiva ceremonia se asocian las clases civiles, en recuerdo del maremoto de 1755, que, aun cuando
sentido con más intensidad en la capital de la provincia, no por ello dejó de entenebrecer los
ánimos isleños, ante la casi evidencia y temor fundados en que los estragos llegarían a la Isla.
El día de Todos los Santos (1º de noviembre de aquel año), cerca de las 10 de la mañana, se inició
un gran temblor, seguido a la hora (hacia las 11), de un movimiento del mar que llevó las aguas,
por la parte de Cádiz, en irrupción incontenible hasta inundar los parajes de La Caleta y de las
dos puertas, la de Mar y la de Tierra.
El obispo de la diócesis era fray Tomás del Valle, tan querido en la Isla de León. Los dominicos
expusieron la Virgen del Rosario en el pórtico, vuelto el divino rostro a la Bahía.
El triunfo del Rosario, que hoy persiste, una vez reconstruido en la población vecina, significó el
agradecimiento colectivo de Cádiz al verse librada del mar inopinado.
El proyecto fue obra de don Torcuato Cayón (también su memoria muy admirada y querida en la Isla
por los bienes materiales que de su mano concedió a la misma), que aquel día, como tantos otros,
trabajaba a las órdenes de su tío don Gaspar Cayón, maestro mayor.
Dice en una relación un padre jesuita anónimo (que utilizó al padre Feijoó en una de sus cartas
eruditas, y recordado en 1955 por el historiador don Hipólito Sancho), «que se juntaron los mares
por el arrecife, destruido casi por la acción de las dos primeras olas.»
Y se añade: «a los que huyendo de Cádiz buscaron su asilo en la Isla, raro el que escapó de la
muerte, muchos cargueros, pasajeros voluntarios, traficantes.
Se cree bien crecido el número de los que perecieron en este sitio. Algunos cadáveres se han
hallado y traído a Cádiz y otros a la Isla; se buscan más por la Caridad, pero la resaca de ambos
mares los habrá extraído y, aunque parezcan pocos, siempre estaremos en que se ahogaron muchos
hombres y mujeres...»
En la Isla no se produjeron daños materiales, pero fue tal la evidencia del peligro que la Marina
hizo voto solemne de celebrar la Bendición de las aguas en gratitud imperecedera, por haberse
salvado la roca carrasqueña y sus habitantes de una catástrofe, tan vaticinada por la cruenta
realidad manifiesta.
Como ha dejado dicho el inolvidable padre José María Franco, "las bendiciones del mar en nuestra
Carraca, cuando Cristo Eucaristía es portado ante el muelle de San Fernando, hinchado de dulzura el
divino pecho... su mirada es arcoíris encima de las aguas... Cádiz, Rota, Los Puertos, salen a la
orilla para verle.
Los cañones actúan y las palomas de los disparos, cuerpos de pólvora y alas de humo, iban a seguir
las rutas de emoción abierta por los ojos de Jesús..."
Esta conmemoración fue cayendo en desuso, siendo renovada el domingo día 22 de abril de 1888. Un
cronista de la época lo relata así: "El acto se celebró con gran pompa y lucidez, asistiendo los
señores generales, jefes y oficiales del Arsenal y del Departamento y de los barcos surtos en los
caños; organizándola el señor cura párroco del Arsenal Dr. don Mariano Medina y efectuándose la
procesión con la imagen de San José que se venera en la capilla del presidio de Cuatro Torres y
S.D.M. bajo palio conducida por el cura del Arsenal, acompañándola los jefes y oficiales de todos
los Cuerpos de la Armada con cirios y las familias residentes en el Establecimiento, Secciones de
Infantería de Marina y Marinería.
La batería del muelle de San Fernando hizo las salvas de 21 cañonazos al salir del atrio de la
iglesia la procesión, a los acordes de la Marcha Real, interpretada por la música de los Tercios de
Infantería de Marina del Departamento y repique general de campanas, alfombrándose el piso de
flores y hierbas olorosas, cubriendo la carrera con gallardetes y banderas la fuerza de Guardia de
Arsenales".
"Al llegar al último peldaño -finaliza el cronista- de la escala del muelle, el cura dio la
bendición a las aguas del mar, en cuyo momento hizo la batería otra salva de igual número de
cañonazos, tocándose también por música y banda la Marcha Real, y regresando la procesión al
templo, replegándose las fuerzas, formando delante del atrio, donde se dio la bendición a las armas
con S.D.M., rindiendo las rodillas en tierra, haciendo la batería del muelle otra tercera salva,
desfilando las fuerzas ante los generales y autoridades para sus alojamientos y buques".
Sobre el maremoto a que se refiere este trabajo disertó el pasado 14 de marzo el director del Real
Instituto y Observatorio de la Armada y académico, Rafael Boloix Carlos-Roca, en brillante y
emotivo acto organizado por la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes. En este
año 2000 se cumplirán 245 de aquel hecho excepcional.