Colegio Naval de San Carlos.
El 22 de enero de 1844 se dispone que el Colegio Naval se establezca en el Departamento que señale el ministro
de Marina. En vista de lo anteriormente expuesto, se realizaron obras de adaptación en el edificio construido
bajo dirección del eminente ingeniero Francisco Sabatini y destinado, en su origen, a Casa de Intendencia,
Contaduría Principal del Departamento y Academia de Pilotos. La fachada principal del mismo daba frente al
Arsenal. Tanto en ésta como en las dos laterales figuraban hileras de arcos, que más tarde, al dársele otro
destino al edificio, serían cegados. La fachada posterior daba a la población militar de San Carlos.
En febrero de 1844 comenzaron a librarse unos cuantos miles de reales para realizar con urgencia obras que
permitieran inaugurar el centro el 1 de abril de aquel año, lo que no pudo llevarse a cabo. El 4 de abril
siguiente se aprobó un presupuesto de 397.501,50 reales para reparaciones y acondicionamiento del edificio como
centro naval.
En febrero de 1844 se había aprobado el reglamento del Colegio, redactado por D. Martín Fernández Navarrete.
Debido a la ejecución de las obras no pudo inaugurarse el centro en abril, como se había previsto, ni en
octubre, fecha que se señaló más tarde.
La primera instancia que llegó fue la del malagueño de diez años Antonio Vivar y Pérez del Pulgar. La
inauguración del centro tuvo lugar el 1 de enero de 1845. La apertura de sus clases se verificó el 8 de marzo
del mismo año, optando a plaza 80 alumnos, de los cuales 53 fueron designados aspirantes del Cuerpo General.
Uno de los admitidos se llamaba Cesáreo Fernández Duro. La distribución de las 80 plazas se había hecho del
modo siguiente: 18 para hijos del Cuerpo General; dos para hijos del de Ingenieros; seis para hijos de los
demás Cuerpos de la Armada; seis para hijos del Ejército de Tierra; seis para hijos de las demás carreras del
Estado con patente; 36 para hijos de particulares; cuatro plazas de gracia para hijos del Cuerpo General, y
otras dos de gracia, para los hijos de los demás Cuerpos de la Armada.
Un Real Decreto de Isabel II de 18 de septiembre de 1844, siendo ministro de Marina el jefe de escuadra D.
Francisco Armero y Peñaranda, Marqués del Nervión, establece en la población de San Carlos del Departamento
Marítimo de Cádiz, el Colegio Naval Militar. El edificio de la antigua Intendencia en que se instaló constaba
de tres plantas. En la baja se hallaba la capilla, sala de recibo, sala de esgrima y baile, comedor, cocina,
casa del alcalde de la población militar y de subalternos. En la primera estaban la dirección, administración,
biblioteca, sala de juntas y alojamiento de los aspirantes. En la segunda se encontraban la enfermería, las
habitaciones de los capellanes y las aulas.
La autoridad principal del centro, en calidad de inspector, era el director general de la Armada, y
subinspector, el capitán o comandante general del Departamento Marítimo de Cádiz (Por R. D. de 21 de diciembre
de 1875 fueron delegadas en el capitán general del Departamento de Cádiz las facultades concedidas hasta
entonces al director general de la Armada).
El jefe a cuyo cargo estaba el Colegio debía ser brigadier o capitán de navío, con el título de director o
primer jefe. Había además un capitán de navío o de fragata, subdirector o segundo jefe; un capitán de fragata
tercer jefe, encargado del detall; cinco ayudantes -tres tenientes de navío y dos capitanes de Artillería-, un
teniente de navío secretario, archivero y bibliotecario; un oficial del Cuerpo Administrativo, un médico
cirujano; dos capellanes; un jefe de estudios; siete profesores de matemáticas y otros de física, química,
dibujo, construcción, maniobra, francés, inglés, esgrima, gimnasia, natación y baile. Las clases de maniobra
las impartía el conserje.
El uniforme de los aspirantes, a los que se concedieron los cordones de guardiamarinas, se componía de casaca
sin galones en los cantos y un anda en el cuello; levita y casaquilla corta; sable corto, sombrero apuntado sin
galón y pantalón blanco o azul, según la estación.
Formaban cuatro brigadas con sus correspondientes brigadieres y subrigadieres. Los primeros llevaban dos
galones, cada uno de la mitad del ancho de los asignados al uniforme del Cuerpo General, colocados
diagonalmente sobre la manga. Los subrigadieres llevaban uno en la misma disposición. Estos galones los
llevaban tanto en la levita como en la chaqueta. En 26 de enero de 1847 se dispuso la supresión de la
casaquilla corta.
Los aspirantes gozaban de los privilegios de los guardiamarinas. El Colegio en bloque se denominaba Compañía.
Sólo formaba sobre las armas en el caso de que el Monarca o algún miembro de la Real Casa hubiese de entrar en
el centro, así como por visita del ministro o capitán general. La Compañía no rendía honores sino al capitán
general del Departamento y al director. Si la autoridad principal del Departamento ostentaba categoría inferior
a la de teniente general, y entraba en el recinto, los aspirantes le recibían en formación sin armas.
El llamado baluarte, construido en el Colegio para instrucción de los aspirantes, se inauguró en 9 de noviembre
de 1846 con un saludo al cañón, tras el desfile de las tropas de batallones en el terreno contiguo conocido por
llano del Cuartel, al objeto de solemnizar las bodas de Isabel II y de su hermana la Infanta María Luisa.
El establecimiento del Colegio Naval aceleró la extinción del Cuerpo de Pilotos de la Armada, que había sido
creado bajo el gobierno, régimen y estatutos de la Ordenanza Naval de 1748, en el reinado de Fernando VI.
Durante un siglo fue un cuerpo muy nutrido de personal, decreciendo el ingreso en el mismo de tal forma que
llegó a ser mínimo cuando se inauguró el Colegio de San Carlos. Una Real Orden de 23 de octubre de 1846 declaró
a extinguir este cuerpo. De las tres categorías que lo formaban, los pertenecientes a la 1ª y 2ª ingresaron en
el Cuerpo General con la antigüedad de sus nombramientos. Los de 3ª, una vez cumplidos ocho años de embarco en
buques de guerra, sufrieron examen en el Colegio Naval de las materias exigidas a los guardiamarinas de 1ª
clase, superado el cual, también se incorporaron al Cuerpo General. A los de 3ª clase suspendidos y a los
meritorios sin desembarcar, se les concedió un plazo de seis meses para sufrir nuevo examen. Los que con esta
oportunidad fueron desaprobados, cesaron en el servicio de la Armada con opción de recibir el nombramiento de
pilotos particulares.
Desde la fecha de la extinción del cuerpo, a los alumnos de los Colegios de Pilotos de San Telmo de Sevilla y
Málaga se les prohibió el ingreso en la Armada.
En enero de 1847 los libros, cartas y planos de las tres academias de pilotos pasaron a la biblioteca del
Colegio Naval.
Cuando se iniciaron las obras del Panteón de Marinos Ilustres se construyeron dos capillas circulares a ambos
lados de la iglesia central, destinadas a sacristía de la futura basílica. Una de ellas fue habilitada para
capilla del Colegio Naval y estaba presidida por la imagen de la Virgen del Rosario, que había sido donada a D.
Juan de Austria por los venecianos, para que la llevase a bordo de la galera real en la batalla de Lepanto. La
imagen procedía de la cofradía de galeras del Hospital de San Juan de Letrán de Puerto Santa María. Había
además un cáliz que tenía grabadas las armas del almirante.
La Real Orden de 10 de octubre de 1850 que disponía erigir el Panteón, decía al final: que aprovechando la
proximidad al Colegio Naval, sería un templo en que el que el tal colegio recibiese digno ejemplo y retribuyese
justo culto. El monumento era, pues, evidentemente, modelo y estímulo para los caballeros aspirantes que
iniciaban su carrera junto a tan venerable lugar.
Sabido es que a los que optaban a plazas de guardiamarinas se les exigían cuarteles de nobleza. Esta exigencia
fue suprimida en 1813 y restablecida al año siguiente. En 1820 vuelve a derogarse para ser restablecida en
1823, quedando definitivamente suprimida en 1834.
El 20 de diciembre de 1850 se ordenó que los documentos de nobleza que existían en los archivos de las antiguas
Academias fuesen depositados en el Colegio Naval.
Para ingresar en el Colegio, además de justificar tener la edad exigida y de presentar certificación de
robustez -o hallarse en buenas condiciones físicas-, había que acreditar la legitimidad y pureza de sangre, sin
probanza nobiliaria alguna. La limpieza de sangre motivaba un expediente para probar que la familia del
solicitante era considerada honrada por ambas líneas, sin que sobre ella nunca hubiese recaído nota que la
infamase o envileciese, según las leyes vigentes.
Los solicitantes podían pedir la admisión desde la edad de ocho años, valorándose la antigüedad de las
solicitudes. La edad de ingreso varió según los distintos reglamentos. Osciló entre los once y diecisiete años.
Eran excepción los hijos de tenientes de navío, como grado mínimo, o de pertenecientes a los demás Cuerpos de
la Armada o del Ejército, de tenientes coroneles para arriba, a los que se les solía rebajar un año en la edad
mínima. A los que correspondiéndoles determinado turno por la lista, desearan anticipar el ingreso, también se
les rebajaba la edad de entrada.
Existían ocho listas para inscribir a los agraciados, según el empleo y categoría de sus padres. La proporción
era la siguiente: un 24 por 100 para hijos de miembros del Cuerpo General; un 2 por 100 para los del de
Ingenieros de la Armada; un 8 por 100 para los de los demás Cuerpos; un 8 por 100 para los de los Cuerpos del
Ejército; un 8 por 100 para los de otras carreras del Estado y un 42 por 100 para hijos de particulares. Había
un número de plazas de gracia para los hijos de los oficiales de la Armada fallecidos en combate, naufragio o
incendio y otro número variable de plazas supernumerarias, que eran de nombramiento real.
Los designados, previa presentación y admisión de los documentos exigidos, sufrían un examen consistente en
doctrina cristiana, ortografía, aritmética, gramática, geografía, nociones de historia y de dibujo y traducción
del francés e inglés. Los exámenes se verificaban en los meses de junio y diciembre. Los suspendidos que
deseaban solicitar de nuevo, habían de pedir gracia para volver a ser incluidos en las listas. Los aprobados
tenían que presentarse en el centro acompañados de su tutor.
Media docena de disposiciones ampliaron las normas relativas a las condiciones de ingreso. Así, en 8 de octubre
de 1858 se dispuso no se considerase obstáculo la emisión del certificado de robustez, ya que los admitidos
habrían de sufrir reconocimiento por los facultativos del Colegio. Los aspirantes de gracia otorgada por el
Rey, con derecho a uso de uniforme, no podían ingresar en el Colegio si los interesados, después de tener
cumplidos ocho años, no solicitaban su inclusión en las listas de pretendientes admitidos, según especificaba
la Real Orden de 14 de enero de 1862.
Los hijos de asesores de distrito y de oficiales graduados fueron incluidos en las listas de hijos de los
Cuerpos de la Armada, según órdenes ministeriales de fechas 10 de marzo y 8 de noviembre de 1863,
respectivamente.
En 8 de marzo de 1866 se ordenó que los solicitantes que tuviesen concedido el derecho de ingreso podían
diferir éste tantas veces como les conviniese, siempre que estuviesen comprendidos dentro de la edad fijada.
Un Decreto de 9 de junio de 1848 había reorganizado el Cuerpo de Ingenieros de la Armada. Las edades para el
ingreso estaban comprendidas entre los 17 y 22 años. El examen se verificaría en el Colegio Naval, por
oposición, ante una junta presidida por el capitán general del Departamento, actuando como vocales el
comandante general de La Carraca, el director del Colegio Naval, el primer profesor de dicho centro, el jefe
del ramo de construcciones navales del Arsenal y el primer astrónomo del Observatorio. Como secretario actuaba
el del Colegio Naval. La escuela se estableció en el antiguo Colegio de Guardias Marinas del Arsenal. En virtud
de un decreto de 8 de febrero de 1860 se trasladaría esta escuela especial a Ferrol, estableciéndose en aquel
Arsenal.
El Cuerpo de Infantería de Marina tenía en San Fernando, desde el 10 de agosto de 1830, la Academia de la
Brigada Real. De las ochenta plazas de aspirantes que ingresaron en la primera promoción del Colegio Naval,
quince fueron para Infantería de Marina y doce para Artillería. El 8 de diciembre de 1858 se establecieron para
los cadetes nuevas pruebas de ingreso. Los aprobados pasaban a servir durante seis meses en los batallones y
superados favorablemente los estudios, eran nombrados subtenientes. Posteriormente, al clausurarse el Colegio,
se formarían en la Academia General Central del Cuerpo, establecida en San Fernando por Real Decreto de 31 de
mayo de 1879.
El Cuerpo de Artillería se formaría en el Colegio Naval hasta el año 1857, en que se separaría del de
Infantería de Marina. Establecería su escuela en el ala derecha del edificio del Cuartel de Batallones de la
población militar de San Carlos.
Muchos de los pretendientes a plazas de aspirantes al Colegio Naval no llegaron a pertenecer al mismo, por
causas diferentes, como no ser llamados por exceder del límite de edad previsto, por haber sido desaprobados en
los exámenes previos reglamentarios, o por renuncia de los interesados. Pero en casi su totalidad obtuvieron la
gracia de aspirante.
El período de formación facultativa y militar de los aspirantes, que era de tres años y medio, quedaría
reducido a sólo tres a principio de 1858. Acabada la carrera eran promovidos a guardiamarinas o cadetes de
Artillería, siendo embarcados en buques de guerra para terminar su aprendizaje. Eran materias principales de
estudio: aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, cosmografía y navegación. Como asignaturas accesorias
se cursaban física, química, geografía, historia, moral, principios de construcción, maniobra, idiomas francés
e inglés, dibujo, esgrima, baile, gimnasia e instrucción militar, que comprendía el estudio de artillería y
manejo de armas. Había, además, cursos de Estudios Mayores que duraban dos años y que proporcionaban a la
Armada oficiales científicos, astrónomos, hidrógrafos y oficiales del Estado Mayor de Artillería.
El curso general para todos los alumnos estaba distribuido de la siguiente forma: Primer año: aritmética,
álgebra, francés, dibujo natural, instrucción militar con el conocimiento y uso de armas y las Ordenanzas
Generales. El segundo año constaba de geometría elemental, trigonometría rectilínea y esférica, principios de
topografía, inglés, dibujo lineal, topográfico de perspectiva, instrucción teórica y práctica de artillería y
Ordenanzas Generales. En el tercer año se estudiaban cosmografía, navegación, principios de mecánica y sus
aplicaciones a las maniobras de a bordo y máquinas de vapor.
Estos tres años eran comunes a todos los alumnos. Después de haber sufrido el examen general de todas las
materias que contienen, los aprobados optaban entre pasar a adquirir los conocimientos teórico-prácticos para
el servicio de los buques de guerra, o continuar durante otros dos años el curso de estudios superiores
preparatorio para artillería o ingenieros en el orden siguiente: Cuarto año: cálculo diferencial e integral;
geometría analítica y aplicaciones teóricas de los cálculos, geodesia, geometría descriptiva, teoría de las
sombras, topografía, delineación de artillería y de las tres arquitecturas: civil, hidráulica y naval. Quinto
año: mecánica especulativa, mecánica aplicada, máquinas, física general, óptica y perspectiva aérea y química.
Por la tarde asistían a los trabajos del Parque de Artillería y Arsenal.
Al concluir el quinto año sufrían un examen general de todas las materias que comprendía el cuarto y quinto
cursos, y una vez aprobados eran promovidos a alféreces alumnos de las academias especiales de Artillería e
Ingenieros, en las que debían completar su formación durante dos años y, previo examen favorable, eran
promovidos a alféreces de navío, o tenientes de Artillería o de Ingenieros.
Una Real Orden de 6 de enero de 1846 dispuso que los cursos se verificasen por semestre. Durante los tres años
y medio que, como dijimos, duraba la carrera, el último semestre era de repaso general antes de ser promovido a
guardiamarinas. Los exámenes del último semestre se denominaban generales y eran públicos, presidiéndolos el
director. Sólo tomaban parte en él los más aventajados, pudiendo el resto quedar repasando por más tiempo. Una
Real Orden de 31 de diciembre de 1857 suprimió a partir del 1 de enero siguiente, el curso semestral de repaso
general, el que se verificaría dentro de los tres últimos meses del curso anterior.
Los guardiamarinas de primero eran considerados como sustitutos de los oficiales. Al año embarcaban en buques
de vapor, nunca antes habiéndolos de vela. La educación militar de los aspirantes corría a cargo de tenientes
de navío o de capitanes de los demás cuerpos, lo que fue suprimido haciendo anexos al puesto de profesor los
cometidos que aquellos oficiales desempeñaban.
Aprobados los siete semestres, los alumnos embarcaban como guardiamarinas de segundo año en la corbeta de
instrucción «Isabel II» donde tras cuatro años y previo examen eran ascendidos a guardiamarinas de primera,
siendo distribuidos en los distintos buques hasta que hubiese vacante de oficial, regresando a la Escuela para
su promoción a alférez de navío, siendo para ello condición indispensable que hubiesen permanecido durante seis
años en buques armados. La clase se hallaba sobre el alcázar de la corbeta. El comandante ostentaba el empleo
de capitán de navío o fragata.
En 2 de mayo de 1858 se dispuso que ningún aspirante separado del Colegio, aunque fuese voluntariamente, podía
ingresar en otros Cuerpos de la Armada.
La Sección de Estudios Superiores se componía de un jefe de estudios, un profesor de matemáticas, otro de
literatura e idiomas, otro de química e historia natural y otro de dibujo. Una orden de 27 de enero de 1845
decía que abierto el Colegio Naval, no se admitirán solicitudes de oficiales y guardiamarinas para cursar los
estudios en sus casas, como estaba permitido, sino que deberán realizarlos en dicho colegio. Mientras tanto,
los que aún lo efectúan, sufrirán examen ante la junta que se designe, dando cuenta del resultado al director
del Observatorio. El 27 de marzo de 1848 fueron modificados estos estudios en el Colegio Naval. El reglamento
de 7 de julio de 1885 decía que los alumnos de estos cursos serían seleccionados mediante examen especial y
deberían haber navegado cuatro años como oficiales. Una Real Orden de 1 de junio de 1864 establecía que no
obstante realizarse el curso en el Colegio Naval, las materias de astronomía y geodesia continuarían
impartiéndose en el Observatorio.
La Real Orden de 1 de enero de 1856 disponía poner en práctica el reglamento de esta fecha formulado por el
jefe de escuadra y vocal del almirantazgo D. Juan José Martínez Espinosa y Tacón, quien en 1849 había escrito
para uso del Colegio un diccionario marítimo, inglés español, que se había impreso en Madrid.
En 11 de enero de 1859 se ordenó que los guardiamarinas efectuasen sus prácticas de navegación en el navío Rey
Francisco de Asís, corbeta Mazarredo y bergantín Constitución. Algunos años más tarde las efectuarían en la
corbeta Villa de Bilbao. En 1 de enero de 1861 la mitad de la dotación de marineros sirvientes del Colegio son
sustituidos por soldados de Infantería de Marina.
Ya dijimos al tratar de las condiciones de ingreso de los aspirantes, que oscilaron según los distintos
reglamentos que tuvo el centro, los que según Fernández Duro tuvieron corta vida, pues muchas reales órdenes
fueron derogando su articulado. El primero se autorizó en 26 de febrero de 1844, y en 18 de septiembre del
mismo año fue reemplazado por otro. A éste siguieron sucesivamente el de 29 de noviembre de 1848, 8 de julio de
1850, 7 de julio de 1855, 1 de enero de 1856 y 28 de abril de 1858. El articulado de los reglamentos había de
ir en consecuencia con las condiciones de los aspirantes, destacándose entre ellas la edad mínima exigida para
el ingreso. Como dato curioso citaré en este sentido las normas que regían en el primer reglamento relativas a
la clase de natación y el aseo personal de los alumnos: En la temporada de verano se les llevará al arsenal
para que en un paraje apartado tomen lecciones de nadar de los buzos, que estarán obligados a dárselas mediante
una corta gratificación a juicio de la junta directiva, que se cargará a gastos extraordinarios del
establecimiento. Referente al aseo personal se decía: Vestirán sin afectación ni desaliño, con natural aseo y
compostura, a cuyo efecto se lavarán las manos, brazos, cabeza y boca todos los días y con frecuencia el cuerpo
y los pies. Se peinarán y cepillarán por sí mismos su vestido y calzado; se mudarán con frecuencia la ropa
blanca interior y la de cama; les cortarán el pelo los ayudas de cámara una vez al mes, y a los que lo
necesiten los afeitarán, enseñándoles a ejecutarlo por sí mismos, por la utilidad que ello les ha de resultar
en la carrera a que se dedican.
El primer director que tuvo el Colegio Naval fue el brigadier D. José del Rio-Elijio de la Puente. Para su
designación, el ministro, Marqués del Nervión, convocó a todos los generales y brigadieres de Marina residentes
en Madrid, para consultar qué jefe reunía las condiciones para regir el centro. Por unanimidad fue elegido Del
Río, que por entonces ocupaba la Comandancia General del Arsenal de La Carraca.
D. José del Río ingresó en la Academia de Guardias Marinas de Ferrol el 29 de abril de 1803. Por Real Orden de
11 de enero de 1836 fue nombrado comandante general de La Carraca, donde permaneció hasta el 30 de septiembre
siguiente en que fue designado secretario del almirantazgo. Ascendido a brigadier el 3 de septiembre de 1839,
fue por Real Orden de 4 de agosto de 1840 designado vocal de la Junta Superior de Gobierno de la Dirección
General de la Armada.
Disuelta aquella corporación, al poco tiempo es nombrado vocal de la Junta del Almirantazgo que la sustituyó,
cargo que ocupó hasta marzo de 1842, en que es nuevamente designado comandante general del Arsenal de La
Carraca.
En la dirección del Colegio solventó con exquisito tacto las dificultades que surgían con la instalación,
organización y régimen del nuevo centro. Promovido a jefe de escuadra el 10 de octubre de 1846, cesa en el
Colegio Naval el 4 de diciembre siguiente. Por Real Orden de 16 de diciembre de 1846 es nombrado segundo jefe
del Departamento de Ferrol. Al cesar en el Colegio, la Superioridad le expresó su satisfacción por los 1os
buenos servicios que contribuyeron al establecimiento del Colegio. Una Real Orden de 27 de marzo de 1847 le
nombra comandante general del Departamento de Cartagena, en el cual cesó por enfermedad a mediados de 1848.
Falleció en Cádiz a finales del año siguiente.
En 13 de noviembre de 1844 es nombrado subdirector del Colegio Naval el capitán de navío D. Francisco Hoyos
Larabiedra. Antiguo astrónomo del Observatorio y persona de vastos conocimientos, poseía una brillante hoja de
servicios. En un par de ocasiones pidió el retiro del servicio y en otras la vuelta a activo. Como brigadier
obtendría la Cruz Laureada de San Fernando, de tercera clase, y alcanzaría el empleo de jefe de escuadra.
D. José Sánchez Cerquero procedía del Cuerpo del Ministerio, en donde había ingresado como meritorio el 14 de
julio de 1798. En 12 de diciembre de 1805 es destinado al Arsenal de La Carraca como alférez de fragata y
ayudante de ingeniero. En 1816 es nombrado primer maestro de la Academia de Guardias Marinas de Cartagena, de
donde pasa destinado al Observatorio de Marina. En 1841 es encargado de redactar el reglamento para el Colegio
de Guardias Marinas que se proyectaba establecer en el Colegio de Pilotos de San Telmo de Sevilla, que llegó a
ser publicado pero que no tuvo vigencia por haberse desistido de la creación del centro. También se le
encomendó la redacción del plan de estudios del Colegio Naval, que fue aprobado por Real Orden de 8 de febrero
de 1844.
Uno de sus últimos trabajos fue la Explicación de las tablas de navegación y astronomía náuticas de D. José
Mendoza Ríos, impreso en Madrid el año de 1851.
El 17 de abril de 1848 ordenó Su Majestad que en tanto no hubiese director de la Academia de Guardias Marinas
fuese encargado de examinar a los alumnos de Ingenieros. Su intensa dedicación a los trabajos científicos minó
su salud, renunciando a la dirección del Observatorio, que a la sazón desempeñaba, siendo ascendido por sus
méritos a Brigadier. Falleció en San Fernando el 21 de noviembre de 1850.
El capitán de navío D. Saturnino Montojo Díaz fue encargado de Jefatura de Estudios del Colegio Naval, en
comisión, hasta que fuese cubierto el puesto en propiedad. Había ingresado en la Academia de Guardias Marinas
de Ferrol el 4 de septiembre de 1812. En el curso de Estudios Mayores obtuvo la calificación de sobresaliente,
ampliando en Madrid sus conocimientos con igual resultado.
Desempeñó la Jefatura de Estudios sin desatender su destino en el Observatorio. Contribuyó eficazmente en la
organización del centro con sus consejos, ilustración e influencias. Ocupó varias veces la dirección del centro
con carácter interino. El 29 de mayo de 1847 es nombrado director del Observatorio por renuncia, debida a
enfermedad de Sánchez Cerquero.
Al año siguiente, por Real Orden de 22 de marzo de 1848, es comisionado por el ministro para redactar el curso
de estudios elementales del Colegio Naval, tarea a la que no pudo dedicar la debida atención por sus muchas
ocupaciones, que aumentaron con la radical reforma que ordenó el Gobierno llevar a cabo en el almanaque náutico
español. El exceso de trabajo agotó su salud. Con referencia al Colegio Naval se le encomendó la confección de
los tratados elementales de aritmética, álgebra y trigonometría. La primera y segunda se imprimieron
respectivamente en 1849 y 1850 en la Imprenta de la Revista Médica Gaditana. Recién terminada la trigonometría
le sorprende la muerte. Este texto no sería impreso hasta 1865, por la Imprenta y Librería Española de San
Fernando. En su prólogo no decía que causas ajenas a la voluntad del autor impidiesen viese la luz en tiempo
oportuno y que la familia deseaba su publicación por la utilidad que pudiese reportar. Montojo había traducido
del inglés en 1844 el Tratado de Astronomía de Sir J. E. W. Herschel, que fue editado en Madrid por la Imprenta
de la Sociedad Literaria y Topográfica.
En 1851 se le concedieron honores de brigadier y en 1855 la efectividad del empleo, en atención al excelente
trabajo efectuado en la reforma del almanaque náutico. Falleció el 13 de junio de 1856, relevándole en la
dirección del Observatorio D. Francisco de P. Márquez Roco.
La primera dotación de profesores y oficiales del Colegio Naval fue la siguiente: Tercer jefe y encargado del
Detall, capitán de fragata Fernando Bustillo Barrada. Secretario, archivero y bibliotecario, teniente de navío
Luis Palacios Balzola. Segundo jefe de estudios, teniente de navío Salvador Moreno Miranda. Profesores,
alféreces de navío Evaristo García Quijano, Casimiro Ariño, Mariano de Arbiol, y subteniente de Artillería,
Juan Antonio Ruiz. Contador, capellán y médico, eran respectivamente Francisco Vila, oficial primero del Cuerpo
del Ministerio; Francisco de Paula Grossa, párroco castrense, y José Carlés. Eran ayudantes de profesores, los
tenientes de navío Fernando Pareja, Olegario Solís de Cuetos, Francisco Chacón Orta, y el subteniente de
Artillería Francisco Samper. Dos de estos profesores, Evaristo García Quijano Ruiz de Bustamante y Casimiro
Ariño Trespardanes, permanecieron varios años en el centro. El primero cesó como profesor en 1864, pasando en
este año, como capitán de fragata, a desempeñar la jefatura de la Sección de Estudios Superiores, hasta el
cierre del Colegio. El segundo, tras un intervalo de cuatro años, de 1855 a 1859 en que desempeñó otros
destinos, volvió al centro, continuando en él hasta su clausura.
Varios profesores escribieron obras de texto para el Colegio. Así, el alférez de navío Mariano de Arbiol, hizo
un Tratado elemental de Cosmografía, que dedicó a Francisco Armero y que en 1853 editó la Revista Médica.
Aunque se consideró la utilidad para las Escuelas de Náutica, no se llegó a estudiar en el centro, que siguió
usando la Cosmografía y Navegación de Gabriel Císcar. Los principios teóricos y prácticos de Artillería los
escribió el capitán de Artillería Manuel Baturone Castro, quien también lo dedicó al Marqués de Molins. La obra
fue declarada de texto para el Colegio Naval y Escuela de Condestables y fue impresa por la Imprenta y Librería
Española de San Fernando en 1856.
Al inaugurarse el Colegio se encomendó el puesto de profesor auxiliar al guardiamarina Antonio Tomaseti Grosso
-que efectuaba el curso de Estudios Superiores-, por sus excepcionales conocimientos de matemáticas. Años más
tarde, en 1849, ya alférez de navío, sería nombrado profesor y en 1856, siendo teniente de navío, desempeñaría
el cargo de secretario, archivero y bibliotecario.
El 12 de diciembre de 1856 es nombrado profesor el alférez de navío Cesáreo Fernández Duro.
De los dos capellanes que tenía el Colegio, con los empleos de primero y segundo, uno era profesor de historia
sagrada, moral y religión, y de geografía política, lógica y literatura, el otro.
Las materias de dibujo, francés, inglés, esgrima y baile estaban por lo general a cargo de profesores
particulares contratados. La clase de baile fue suprimida por Real Orden de 5 de enero de 1859, estableciéndose
la de tiro de pistola, que fue impartida por el profesor ayudante, oficial de Infantería de Marina que tenía a
su cargo la instrucción militar y manejo de armas.
Una Real Orden de 8 de julio de 1850 establecía que los dos oficiales que formaban parte de la junta de
exámenes fuesen extraños al Colegio. Por otra de 28 de febrero de 1856 fue suprimido el destino de jefe de
estudios. Otra más de 7 de enero de 1858, dispuso que el profesor más antiguo fuese en lo sucesivo uno de los
vocales de la junta de exámenes. El 23 de febrero de 1859 se aumentó en dos el número de profesores de
matemáticas, que era de siete.
Algunos de los reglamentos que tuvo el Colegio establecía que se concedería el ascenso al empleo superior a los
profesores que desempeñasen el puesto por espacio de tres cursos consecutivos.
Los directores que tuvo el Colegio Naval fueron los siguientes: 1845, brigadier José del Río Elijio; 1847,
brigadier José María Halcón Mendoza; 1854, brigadier José María Ibarra Autrán; 1856, capitán de navío Rafael
Taberns Núñez; 1858, brigadier José María Ibarra Autrán (por segunda vez); 1859, brigadier Antonio Arévalo
Guerra (interino) y de 1860 hasta que se cerró el Colegio, el brigadier José María Vázquez Butíer.
Una Real Orden de 24 de agosto de 1866 decía que el número considerable de Guardias Marinas existente en los
Departamentos de la península y Apostaderos de Ultramar, hacia difícil su distribución en los buques de la
Armada. El 10 de marzo de 1867 el ministro de Marina, jefe de escuadra D. Joaquín Gutiérrez de Rubalcaba y
Casal, determinaba que hasta nueva orden no se verificarían cursos semestrales para cubrir plazas de
aspirantes. Cuando se convocasen plazas serían mediante oposición.
Los trámites previos a la clausura del Colegio Naval se ordenaron por Real Orden de 13 de diciembre de 1867.
El ministro de Marina, D. Severo Catalina del Amo, escritor y político, dispuso en 4 de marzo de 1868 la
creación en el Departamento de Cádiz de una junta presidida por el capitán general, en la que actuaban como
vocales el director del Observatorio, el jefe del Curso de Estudios Superiores y el comandante del
buque-escuela de guardiamarinas, haciendo las funciones de secretario el del Colegio Naval. Esta junta tenía la
misión de reformar el reglamento del centro, de 28 de abril de 1858.
El 10 de mayo del citado año se fijaba la dotación afecta al Colegio a partir del 1 de julio siguiente,
destinada a conservación y custodia de los edificios y el material en la población de San Carlos. La custodia
del material científico quedaba a cargo de la Sección de Estudios Superiores. La dotación de personal era la
siguiente: un capitán de navío como jefe del centro, que era a la vez comandante de guardiamarinas y gobernador
de la población militar; un oficial primero del Cuerpo Administrativo, como contador, secretario, archivero y
bibliotecario; un contramaestre en calidad de conserje y ocho marineros, número que, de ser necesario, podría
aumentarse con los del depósito de La Carraca.
El 13 de junio de 1868 se dispuso se conservasen en el Parque de La Carraca las armas y efectos de guerra del
Colegio. Seis días después se ordenó que a partir del 1 de julio siguiente, los objetos de la capilla del
Colegio quedasen a cargo del capellán del hospital. El 7 de julio se determinó igualmente que la asistencia
médica del personal del Colegio quedase a cargo de los médicos del hospital y dos días después, el 9 de julio,
se ordenaba que la asistencia religiosa del centro quedase a cargo del capellán del hospital militar.
En los 23 años de existencia había formado el Colegio Naval a 1.002 alumnos, distribuidos en 42 promociones.
Las dificultades de la Hacienda y la revolución de septiembre de 1868 aceleraron su cierre.
Un Decreto de 10 de septiembre de 1869, siendo ministro de Marina el jefe de escuadra D. Juan Bautista Topete y
Carballo, establece en la fragata Asturias, de pontón en Ferrol, la Escuela Naval Flotante.
En el edificio del Colegio Naval quedó la Comandancia de Guardias Marinas y el Gobierno militar de la
población. Una Real Orden de 2 de enero de 1869 dispuso que todas las oficinas de la Armada del Departamento de
Cádiz fuesen trasladadas al edificio del Colegio Naval. Otra Real Orden de 29 de enero del mismo año ordenaba
que la Capitanía General, Mayoría y Contabilidad, se instalasen en el edificio y, si aún sobrase sitio, se
trasladasen igualmente, la Auditoría, Juzgado y Archivo. Sólo disfrutaría de casa habitación en el edificio el
capitán general con su familia. Por las Reales Ordenanzas de 1 de abril y de 13 de agosto de 1869 se ampliaba
el uso de casa habitación en el edificio al primer secretario del capitán general, mayor general, comandante de
guardiamarinas mientras desempeñase el cargo de gobernador militar de la población, auditor, teniente Vicario,
inspector de Sanidad, ordenador de Pagos e interventor.
Las obras que se efectuaron fueron las indispensables, al objeto de que en el futuro, de convenir al servicio,
pudiera ser nuevamente ocupado por escuela o centro de instrucción.
Para gozar de más espacio en el edificio destinado a dependencias y viviendas, se cubrieron los arcos de las
dos naves laterales de la planta baja.
Fernández Duro, en sus Disquisiciones náuticas, hace un interesante comentario de lo que significó el Colegio
Naval para la Armada. Debido a lo amplio del mismo, no me es posible transcribirlo íntegro, por lo que sólo
expongo un breve resumen:
Veintitrés años duró, pues, el centro de enseñanza que tantos estudios, informes, planes y gastos había
consumido antes que llegara a decidirse su instalación. El Colegio Naval fue varita mágica para la población de
San Carlos; transformó los caseríos ruinosos, sin estar concluidos, que recordaban la soberbia concepción de
los buenos tiempos del reinado de Carlos III, en edificios rematados; el arenal que lo sustentaba, en jardines
con buenos caminos de comunicación con el Arsenal y ciudad de San Fernando; creó el Panteón de Marinos Ilustres
en el local que servía para depósito de escombros y de cadáveres del hospital; dio nacimiento a otros caseríos
y fábricas en las inmediaciones, al arbolado, a las tiendas, en una palabra, realizó en gran parte el ideal de
la población con el conjunto de edificios lúcidos y rientes que daban agrado y atención al viajero.
Cuarenta y cinco años más tarde volvería a su anterior destino de Centro docente naval. Un Real Decreto de 21
de octubre de 1911 autorizaba al ministro de Marina para proceder a la apertura de la Escuela Naval Militar en
el Apostadero de Cádiz en el transcurso del año 1912, solicitando antes a las Cortes el crédito necesario para
ello. Sólo en unos días se retrasó el cumplimiento de dicha disposición, inaugurándose el nuevo centro el 10 de
enero de 1913.