El alcohol es una sustancia alifática (cuerpo orgánico de cadena abierta) obtenida por fermentación o
destilación de zumos diversos, almidones de patata, remolacha, cereales, etc., con un valor terapéutico de gran
alcance y connotaciones muy diversas en el plano social.
Sus propiedades farmacológicas podemos dividirlas en locales y generales: en el primer caso actúa sobre la piel
como astringente, antitranspirante e irritante, y usado muy concentrado o continuamente, puede provocar
irritaciones locales; inyectado subcutáneamente determina un acusado dolor seguido de anestesia local -bastante
duradera si la inyección se pone en las proximidades de un nervio-. A una concentración óptima -sobre el 70 %-
es un buen bactericida.
Por lo que afecta a su acción general es de resaltar que actúa principalmente sobre el sistema nervioso
central. A este respecto, hemos de decir que el alcohol no estimula, sino que deprime, actuando sobre los
centros corticales más elevados, como los centros de la memoria, de la discriminación, de la concentración, el
centro de la autocrítica y el del autocontrol. Su efecto, aparentemente estimulante, no se debe a que haga
aumentar la expresividad, sino a que adormece las funciones controladoras; entonces aparecen la vivacidad de
temperamento, la locuacidad, la euforia y la sociabilidad; también la violencia, los excesos sentimentales y el
deseo sexual, si bien, la función anestésica hace que junto al deseo aparezcan también insensibilidad e
impotencia.
Al aumentar la dosis aumentan también los efectos depresivos y se generaliza y agrava el adormecimiento,
resultan entorpecidos el control muscular y la percepción, con pérdida de equilibrio y reflejos, cuya
manifestación más típica y evidente son el andar tambaleante y la mala vocalización.
El alcohol se absorbe rápidamente por el estómago, en un 20 %, y el resto por el intestino. La absorción -que
es más rápida en ayunas- aumenta al aumentar la concentración de la bebida. Se sabe que el 98 % de lo ingerido
es quemado por el organismo hasta reducirlo a agua y anhídrido carbónico, y que sólo de un 1,1 a un 2,9 % es
eliminado inalterado por vía renal, pulmonar y, en pequeñísimas cantidades, por otros órganos excretores.
En general, concentraciones de alcohol del 0,2 % en la sangre se acompañan de embriaguez ligera o moderada;
concentraciones del 0,3 al 0,4 % llevan consigo una embriaguez profunda; concentraciones del 0,5 al 0,8 % son
peligrosas para la vida. (ver Nota sobre Control de alcoholemia)
Se sabe que para encontrar una concentración de 0,3 g/L de alcohol en sangre es necesaria la ingestión de unos
50 ml. de bebida fuertemente alcohólica (el whisky de un simple cubata). Los signos de intoxicación aguda son
demasiado conocidos como para describirlos; sólo recordaremos que el alcohol es quemado en el organismo con
lentitud, poco más de 10 c.c. a la hora, lo que explica que la embriaguez suela tener bastante duración.
Recuerden que el alcohol, como cualquier droga, crea hábito y una cierta dependencia. Tomémoslo con moderación.
Es nuestra responsabilidad.
Nota
En España actualmente la ley no permite la conducción si la tasa de alcoholemia supera los 0,25
miligramos por litro en aire espirado o 0,5 g por litro en sangre; excepto en los casos de conductores con
menos de 2 años de carnet o los profesionales (camioneros y conductores de autobuses), en que la cifra es de
0,3 g/L del alcohol en sangre, que equivale a 0,15 mg/L en aire. Por encima de estas cifras, se aplican las
sanciones correspondientes en el llamado carnet por puntos, que prevé la retirada de 4 puntos; o 6 puntos si se
superan al valor límite en el doble.
Fuente: Wikipedia.
Control de alcoholemia.