Plumas selectas
- TEXTOS 4
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Mi incapacidad para vivir el presente
Soy de esos que cierran el sobre antes de escribir la carta. O que se limpian el culo antes de cagar. Tratando de saltar etapas, quedo descolocado, siempre descolocado. ¿De qué se trata?. De mi incapacidad para vivir el presente. Verán.
Si está despejado, sin nubes, con sol, salgo llevando paraguas. ¿Por qué? Porque más tarde puede llover y no es cuestión que me agarre desprevenido. ¿Y si, por el contrario, está lloviendo? Salgo sin paraguas. ¿Por qué? Porque seguramente
va a dejar de llover.
Y eso fue lo que sucedió la última vez: llovía, salí sin paraguas, me mojé entero, me enfrié, me dio gripa, mucha gripa. Así, pues, quedé descolocado y enfermo.
¿La causa de todo? Ya lo dije: mi incapacidad para vivir el presente. Ansiedad, así la llaman.
MATARE AL LECTOR
Si usted quiere salvar su vida, está a tiempo. Deje de leer esto o, mejor, arrójelo a la basura y de una vez saque la basura a la banqueta, aun arriesgando una multa. No, no se trata de un recurso publicitario destinado a lograr que el
lector -por curiosidad o por espíritu de contradicción- siga apegado al texto. No, nada de eso. Me he convertido en un delincuente y aquí voy a contar cómo sucedió. Y si usted se entera estará en la obligación de denunciarme. Y yo de
liquidarlo antes de que eso suceda. Sí, la otra noche salí de mi casa y, ya en la calle, me di cuenta que había olvidado el dinero. Por cierto, no iba a volverme, así que -ya estaba oscuro-, me embosqué a la vuelta de una tortillería y al
que se acercaba a comprar... ¡zas! con un palo a la cabeza. Pasó una viejita que me hizo acordar a mi abue, se la veía una santa de cabello completamente blanco... ¡zas! 3 pesos.
Pasó un niñito apretando las moneditas en su puñito... ¡zas! 1.50 pesos. Pasó un trabajador de rostro demacrado, con lo que seguramente serían las últimas monedas de su quincena... ¡zas! 4.50 pesos. Pero ¡qué escándalo! ahora me doy
cuenta, están cobrando 1.50 el kilo, es un robo, deberían ir a la cárcel, son unos ladrones, asaltan a la pobre gente que viene a comprarles la tortilla... a ver, a ver, 3+1.50+4.50= 9 pesotes, justo lo que me hacía falta para el taxi del
centro a Bugambilias.
Y bien, esto ya se acaba y el lector, a pesar de las advertencias, no se ha quitado. Y puesto que lo sabe todo y podría delatarme, es hora de que pague por su temeridad: ¿no siente a sus espaldas alguien buscándole el cuello con una fina
soga?
Por UN TLC LINGÜÍSTICO
Cumplidos varios años de la puesta en vigencia del TLC (Tratado de Libre Comercio) suscrito por México, Estados Unidos y Canadá, me atrevo a formular una crítica que confío tenga eco. En efecto, el TLC no ha contemplado un rubro de
importancia capital: el intercambio lingüístico. Veamos. Los mexicanos, de larga data, hemos incorporado al español una serie de voces como los “ok, sandwich , business”, a las cuales se agregaron otras más recientes como “closet, filme,
checar”. Y ni qué decir de expresiones anglohispanas como “me caes fain” o el travieso “pipi’s room”... en fin ¿a quién se le ocurriría pedir un perro caliente en un lugar de un “hot dog”?
Y del lado norteamericano ¿cómo nos han correspondido? El conjunto de la sociedad –exceptuando, claro, las comunidades de origen hispano- registra bajo consumo de español, algún “macho” o “mi casa es tu casa” o bien “muchacha”. Y así, la
balanza comercial lingüística, hay que reconocerlo, resulta francamente favorable a Estados Unidos como país exportador.
Se trata pues de saber en qué medida expresiones de uso frecuente pueden ser vertidas del español al inglés, y propuestas al otro lado para su consumo lingüístico. Vayan algunos ejemplos. Con mi amigo, el pintor Miha, vimos cómo es fácil
transformar “mi reina” en un “my queen” que por cierto no pierde su toque galante. Ofrece un poco más de dificultades el “madre y media”, pero un “mother and a half” podría sacarnos de apuros sin salirse de la traducción literal. El
popular insulto mexicano de “hijo de la chingada” tiene un particular matíz respecto del norteamericano “son of a beach”. El primero se refiere a una mujer violada, el segundo a una mujer que vende su cuerpo. Tal vez, siguiendo la
tradición chicana, pudiera crearse en inglés un nuevo término, de modo que quedara así: “son of the chingated”. No sé si “what a few mother” equivaldría a nuestro “qué poca madre”, en fin, cada caso debiera ser estudiado dentro de una
comisión de especialistas al seno del mismo TLC, recomendando la creación de un subcomité dedicado exclusivamente a las diferentes acepciones de la palabra “madre” en el español mexicano ante la perspectiva de vertirlas al inglés.
Todo esto se propone en vistas a facilitar la adopción de nuestras voces y expresiones en Estados Unidos, donde se alberga una tan importante minoría hispana. Pienso, además, que tales iniciativas contarían con el apoyo latinoamericano.
Ni los cubanos podrían negarse pues el nombre del legendario yate “Granma” -que en 1956 llevó a Fidel y sus compañeros a desembarcar en la isla- deriva de “grandma”, abreviatura cariñosa de “grandmother”, algo así como “abue”.
Todo sea en aras de un TLC lingüístico, iva desglosado y control de calidad.
VOCABULARIO DE MEXICANISMOS
Mi reyna: amable y respetuoso tratamiento a una mujer con toque galante.
Madre y media: mucho.
Qué poca madre: qué poca vergüenza.
INFANCIA Y JUVENTUD
Érase un niño estudioso y aplicado en la escuela. Sólo que gustaba de tener ideas propias. Una vez el maestro le pidió que hablara sobre Ortega y Gasset. Y entonces, mientras buscaba en su cerebro, el niño trató de ganar tiempo:
- ¿Con cuál de los dos comienzo? -preguntó.
Fue el fin del examen y pueden suponer qué calificación obtuvo.
Ya adolescente, viendo en una esquina figurar Ortega y Gasset, llegó a la conclusión de que cada apellido correspondía a una de las calles que hacían esquina, pues, para él, seguían siendo personas distintas. Y así, dio cita a su novia:
el sábado a las cinco en Ortega y Gasset.
Naturalmente, se desencontraron; y la novia, cansada de dar vueltas y sin saber dónde esperarlo, acabó yéndose con otro.
El joven quedó muy triste, ya no le consolaba ver la tele comiendo hojuelas de maíz en leche azucarada. Se refugió entonces en la actividad intelectual y, al cabo de un tiempo, se recibió de licenciado con las más altas calificaciones. Su
tesis se tituló De cómo los señores famosos llevan nombres de calles.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
NO ESTÁ AGENDADO, LUEGO NO EXISTE
Algo comenzó a moverse a la hora de la siesta. La mecedora donde dormitaba, claro. Sin embargo, se mueve también el librero, se caen los libros... ¡es un temblor! No puede ser. No lo tengo agendado, luego no existe. A ver... de un brinco
me hice de la agenda. Hoy es 15. Acá está, 15 de junio. 7, levantarse, 8, regaderazo, 9, tener hambre, 10, desayunar, 11, comprar el periódico, 12, leerlo... 4 de la tarde: siesta. Dice siesta, no temblor. Siesta, lo que yo estaba
haciendo y voy a continuar desde la mecedora, y ya no interrumpan.
Tuve suerte, me dijeron en el hospital. Pero no quisieron saber nada de mis historias. Claro, ellos tampoco estaban agendados.
MAS VALE (MORIR) MAL ACOMPAÑADO QUE SOLO
Había una vez un príncipe que partió en cruzada contra las ratas. Después de años de luchas al frente de un ejército, sólo él queda y está próximo a morir. Pero también de lograr la victoria, tiene a las ratas acorraladas. Con las últimas
fuerzas, el príncipe levanta su espada y, cuando va a descargarla, una le lanza un chillido:
- ¡Espera! Si acabas con nosotras, morirás solo, lejos de tu patria, sin siquiera ratas que te asistan.
El príncipe baja la espada, se arrodilla y es fraternalmente rodeado por sus antiguas enemigas. A punto de expirar, una de ellas le pone un espejo delante y el príncipe ¿qué ve? Una rata.
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