La metáfora es lo que distingue al verdadero poeta.
Aristóteles
La metáfora crea otros nombres a partir del que sirve de referencia real. Se hace por analogía
y se logra independientemente de la llamada imagen irracional, que compara con talante
arbitrario sin que haya una relación entre lo comparado y lo comparable. Es pura subjetividad
que da paso a una especie de pata a la llana de la expresión verbal, que tampoco tiene que ver
con la glosolalia del dadaísmo.
La metáfora crea un mundo al lado de otro. El real queda eclipsado por el imaginado, que se
considera nuevo frente al otro, el viejo, ya visto y pensado por el lector como una visión
manida.
Otro recurso es la sinestesia: interpretar el mundo abstracto con el sensorial dándoles
matices que los presenta como nuevos.
Un tercer recurso es la novedad semántica (¿deconstrucción semántica, literariamente
hablando?), consistente en unir palabras cuya presentación no recuerde otra ya lastrada y, por
lo contrario, despierte una sensación de lectura nueva.
No me resisto a citar la famosa elegía de Miguel Hernández a García Lorca como un ejemplo de
idiolecto poético que conmueve a todo lector que desee leer una poesía con frescura en su
lenguaje literario. Creo con toda convicción que esto es escribir poesía después de la poesía
a que estamos acostumbrados, poesía que pretende comunicar, ya lastrada y desgastada en su
semántica empobrecida por del predominio del significado sobre el significante.
Sé muy bien que hay quienes dicen que cada uno tiene “su estilo”, pero la verdad es que el
verdadero estilo es el que no se parece a nadie y sorprende y reforma el lenguaje literario
marcando un “territorio” de propiedad estilística; lo demás es repetir lo ya dicho por otros
poetas o lo que se cree “rompedor” y no es más que un aborto de poema.
La poesía futura, pues, será la que no tiene deudas con el pasado pero que también ha sido
capaz de poner las estructuras clásicas al día liberando al lenguaje de frases redichas y de
su contrario: los versos —los renglones— falsamente rompedores. Pongo por ejemplo el poema de
Miguel Hernández “Eterna sombra”, rigurosamente clásico y modernísimo en su expresión. ¡A ver
quién da más!
Es necesario leer para todo poeta que tenga ambiciones de originalidad, fuera del disparate
azaroso, la obra del Vixtor Shklovski El arte como artificio. Esta teoría literaria nos viene
a decir que la innovación poética no está en el versolibrismo ni en la imagen irracionalista y
arbitraria o de buen tuntún, sino en crear un texto que parezca nuevo y no desgastado por las
imágenes y el discurso ya previsto y falto de emoción.
Miguel Hernández, sin saberlo él, cumplió con las indicaciones que dio el estilista ruso. De
su poesía, más perenne que el bronce, en el decir del poeta latino Horacio, queda su obra,
fuente para toda sed de renovación del idiolecto poético de cada uno. Como diría Verlaine, lo
demás es literatura; o sea, escritura ya descolorida, quiso decir, más o menos, el poeta
francés.
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