La
Artritis Reumatoide, conocida también como Poliartritis crónica progresiva o
evolutiva, es una enfermedad sistémica de naturaleza autoinmune, que se caracteriza por inflamación de los tejidos mesenquimales periarticulares y articulares.
Presenta numerosas variedades clínicas, de ninguna de las cuales -según la Medicina actual- se conoce el agente etiológico.
Contrariamente a la fiebre reumática, la
Artritis Reumatoide afecta de forma permanente las cápsulas
articulares y no afecta al corazón u otros órganos. Las lesiones de las cavidades articulares, que afectan además los ligamentos, la cápsula y las cabezas óseas con los cartílagos que la recubren
-y que cursan con dolores bastante agudos y tenaces-, producen no sólo deformaciones de las articulaciones, sino que a lo largo del tiempo incluso causan la soldadura de las cabezas óseas
(anquilosis).
En los distintos individuos existe la preferencia por alguna articulación -y tampoco en esto se encuentra un
motivo claro-, así, se pueden dar formas con mayor localización en las pequeñas articulaciones (huesos de las manos y de los pies), o en las grandes (rodilla, codo, hombro, etc.) o en las
articulaciones vertebrales, que pueden causar espondilitis anquilosante (toda la columna vertebral se hace parcialmente rígida), y si se afectan también las articulaciones de los hombros y de las
caderas se produce la completa limitación de los movimientos del cuerpo.
La enfermedad prefiere los climas templados, pero se encuentra tanto en las zonas polares como en los trópicos.
Las mujeres -este dato sí es significativo- se afectan con más facilidad que los hombres (en una proporción aproximada de tres de cada cuatro). La mayor parte de los casos se inicia entre los
veinte y los cuarenta y cinco años, pero puede darse también incluso a los sesenta años o en la infancia. Es bastante habitual que las grandes crisis, y ya de manera más continuada, comiencen a
manifestarse alrededor de los 40 años.
La
Artritis Reumatoide se inicia de manera lenta, con astenia, disminución de la fuerza muscular
(adinamia), adelgazamiento, palidez, compromiso del estado general (puede existir una pérdida del 10 al 20% de peso) y, a veces, febrícula persistente. El comienzo de la afectación articular se
manifiesta por la incapacidad de movimientos, la tumefacción y dolor; habitualmente las localizaciones primitivas se dan en las pequeñas articulaciones periféricas y, luego, poco a poco, se van
extendiendo a otras más cercanas al tronco. Aparece precozmente, con la rigidez articular, la atrofia muscular refleja, que es también de carácter progresivo. Las articulaciones interfalángicas
proximales de los dedos de las manos (entre la segunda y la tercera falange) son las primeras en ser afectadas, siéndolo más raramente las distales (entre la primera y segunda), teniendo una forma
en huso; luego se afecta también la articulación de la muñeca, siendo también precoz la localización en la rodilla.
Las articulaciones aparecen tumefactas, calientes, dolorosas, estando las cápsulas articulares edematosas,
existiendo a veces un derrame articular (hidrartos). La sensación de tensión aumenta rápidamente, lo mismo que el dolor, especialmente con los movimientos (que están
por tanto limitados). Los dolores articulares suelen ser más fuertes en la mañana (o en otros casos a la tarde). En cada articulación afectada, el proceso evoluciona hacia la cronificación,
produciendo deformaciones articulares, especialmente en los miembros superiores y en las rodillas; a cada agudización del proceso inflamatorio se avivan los dolores y aumenta el grado de
impotencia funcional.
Las deformaciones más características son las de las manos, que pueden tomar las formas típicas de
mano en
garra o la de
mano en pala. En un buen porcentaje de los casos se encuentran en las cercanías de las articulaciones
nódulos subcutáneos, a veces dolorosos, redondeados u ovales,
de un tamaño que va desde el de un grano de trigo hasta el de una nuez; los más grandes son frecuentes en el codo (cerca del borde subcutáneo del cúbito, en la región del olécranon); los más
pequeños pueden observarse alrededor de la parte extensora de las articulaciones de los dedos de las manos, muñecas y alrededor del cuello del pie.
La enfermedad tiene un curso lento y progresivo, con períodos de remisión o de reagudización. En una parte de
los casos (casi siempre producidos por cambios alimentarios y medio ambientales introducidos por el propio paciente) pueden extinguirse los fenómenos inflamatorios, incluso, presentar una remisión completa, si
bien, las deformaciones de las articulaciones afectadas permanecen de manera irreversible haciendo necesaria la cirugía.
Los resultados de laboratorio suelen ser altos para los reactantes de fase aguda (VSG y PCR), FR positivo, ANA positivo, Anti-CCP positivo,
leucocitosis, anemia y trombocitopenia, erosiones periarticulares, sobre
todo MCF, IFP, y nódulos subcutáneos frecuentes en dedos y región olecraniana. Los pacientes con AR muestran un elevado valor para la IgG específica para el Proteus Mirabilis y normales para IgA. A la inversa,
quienes sufren de EA ofrecen valores elevados para la IgA, pero normales de IgG específico del Proteus. La AR suele estar asociada a los genes HLA DR4, DR 1, DR 10 y DR 14.
En el momento actual (y aunque la investigación prosigue y hay diversos fármacos en periodo de pruebas) el
tratamiento es puramente sintomático: en primera instancia suelen usarse FARMEs (fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad, DMARs en inglés), como Metotrexato, Sulfasalazina,
Leflunomida, Hidroxicloroquina, Azatioprina, etc., casi siempre acompañados de AINEs (antiinflamatorios no esteroides), y, a veces, con corticoides. Estos últimos pueden tener una acción
relativamente eficaz, pero sólo durante un tiempo, de modo que si se suspenden desaparece la mejoría, por lo que a veces hay que prolongar indefinidamente el tratamiento con todos los daños
secundarios que no son, por supuesto, desdeñables. Más actuales, y más caros (y raramente usados a no ser en Medicina de pago), son las nuevas moléculas que se engloban en los llamados
tratamientos biológicos, anticuerpos monoclonales o medicamentos anti TNF (inhibidor del factor de necrosis tumoral), como el Infliximab, Humira, Etanercept, Certolizumab, etc. Todos estos
fármacos, incluidos los más caros y actuales, tienen una cosa en común: ninguno consigue curar la enfermedad. Son simples paliativos que ralentizan o frenan el proceso y calman los dolores, pero
sin conseguir una verdadera remisión.
Artritis Reumatoide sin FR (y otros subtipos): Ver
Artritis Reumatoide Juvenil.
El Régimen Ancestral
Un buen seguimiento del
Régimen Ancestral consigue la remisión total en casi el 100 por 100 de los casos. Necesario es llevarlo a rajatabla.