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  • Alfonso Estudillo

    Conociendo el Régimen

    PROBLEMAS CON EL RÉGIMEN

    por Alfonso Estudillo

Problemas con el Régimen

Los humanos somos animales de costumbre, y cuando nos acostumbramos a algo, lo mismo a un estilo en el peinado que a una marca de tabaco o a un perfume, nos cuesta mucho si hemos de cambiar. Lógicamente, lo mismo ocurre -y puede que en mayor medida- con nuestras comidas habituales y sus diversos componentes.
 
El mayor problema que podemos encontrar a la hora de seguir el Régimen Ancestral es tener que dejar de comer algunas cosas que han sido básicas en nuestra dieta desde siempre. Por ejemplo, el pan. Yo, que he sido un gran comedor de pan desde pequeñito, puedo hablar por experiencia lo que cuesta tener que dejar algo que siempre ha sido indispensable en todas nuestras comidas. Sin embargo, había algo, una fuerza interna que nacía de algo extraordinario: 12 años de dolores continuados día y noche, que me iban dejando cada vez más inválido, que me había roto mi vida y que me llevaba a la tumba poco a poco. ¿Cómo no iba a dejarlo? El pan y todo lo que hiciera falta.
 
Claro, para mí, que había sufrido lo mío, y que sabía que con dejar el pan y unos pocos cambios más, recuperaba mi salud y mi vida, no era difícil... Sí lo es mucho más para quien sólo padece unos ligeros dolores y alguna inflamación en la rodilla o la muñeca. Pero... lo que ignora esta persona, sobre todo si aún es joven, es que el tiempo sigue avanzando y la enfermedad también. Al paso de los años, lo que antes -ahora- son pequeños dolores se convertirán en dedos torcidos y manos inválidas, en operaciones quirúrgicas para intentar devolverle algo de funcionalidad a las piernas o tobillos, o en una silla de ruedas o un camastro del que ya no podrá levantarse...
 
Sé que es difícil tomar conciencia de esto, que si no está la enfermedad detrás pinchándonos con sus dolores más gordos, es muy posible que no le demos la importancia que tiene a alimentarnos de una manera correcta, eliminando de nuestra dieta toda esa cantidad de elementos extraños a nuestro metabolismo y tóxicos acumulativos que irán minando nuestra salud. Pero es necesario, imprescindible, tomar conciencia de que es algo cierto, que está ahí y que hay que evitarlo. No es nada más y nada menos que nuestra salud la que está en juego.
 
Pero, si Vd. ya se ha mentalizado de que la única medicina que puede curar su enfermedad no es otra que la misma que la produce, es decir, la alimentación, ¡enhorabuena! Ahora sólo nos queda diferenciar y apartar los elementos extraños y tóxicos que ingerimos en nuestra dieta diaria para que no sigan envenenándonos. Qué debemos comer y qué no, y cómo debemos cocinar los alimentos, lo tiene definido, en líneas generales, en la página del Régimen Ancestral. Por lo que, ahora, si ya entendió que el principal problema que conlleva el Régimen es cambiar los hábitos y se ha impuesto conciencia y voluntad para superarlo no comiéndolos, lo que nos queda es saber si hay alternativas o no para ciertos alimentos a los que estamos habituados o a las formas de cocinarlos. Veamos algunas.
 
Los desayunos.
 
Lo que entendemos como desayuno es una comida muy distinta en los diversos países, regiones e, incluso, pueblos y ciudades (en algunas partes se llama almuerzo). Algunos cuentan con diversos platos  en los que no faltan huevos, jamón, bacón o panceta, salchichas, carnes, judías con tomate, aros de cebolla, café o té, cereales con leche, papilla de avena, zumos de frutas, etc., hasta los más frugales que no pasan de un café con leche y unas tostadas con aceite o mantequilla. Hay que decir -tanto para unos como otros- que tan sólo hay que hacer unos pequeños cambios: eliminar los cereales, el pan y la leche animal (también el bacón o panceta). Por lo demás, sólo cuidar que no haya nada prohibido y la forma de cocinado. Una forma de desayunar para los acostumbrados al desayuno frugal, sería un café con alguna de las leches alternativas, o aún más saludable, un té verde (se compra al peso en herboristerías) y, si es poco, un zumo y alguna pieza de frutas. Y nada de azúcar refinada, añádale al té o café miel pura de abeja.
 
La leche.
 
La leche animal es un alimento totalmente prohibido. Sin embargo, tiene claras alternativas en la leche -o bebidas- de almendras, de arroz, de avena, de coco o de soja (esta última, menos recomendable que las otras por su origen transgénico y posibles tóxicos, podría aceptarse en mujeres pre o post menopáusica por su alto contenido en fitoestrógenos, que ayudará a que los sofocos y calores sean menores). El sabor de todas ellas es muy parecido al de la leche de vaca y puede ser utilizadas tanto para el café o té como en la mayoría de sus usos.
 
El pan.
 
Como el principal componente en la elaboración del pan es la harina de trigo (o de maíz o algún otro cereal en Sudamérica), y los cereales -excepto el arroz- están totalmente prohibidos, la única alternativa es hacerlo en nuestra propia casa con harinas -o mezclas- de arroz, garbanzo, trigo sarraceno (alforfón), quinoa, castañas, patata... Los preparados de panadería industriales hechos con almidón de maíz (tipo Proceli), aunque serían algo más aceptables que las piezas de pan que podamos encontrar en cualquier panadería (el pan, en su totalidad, es elaborado con harina de trigo o mezclas), tampoco es recomendable por su procedencia de maíz transgénico. Así, pues, a hacerlo en casa... Pero no se ilusione mucho: para la mayoría será un tanto difícil y, además, no será el pan al que estamos acostumbrados, por lo que parece que la única solución es la de dejar de comerlo. Pero, sabiendo que es un elemento que nos afectará bastante en nuestra salud, creo que merece la pena.
 
Almuerzos.
 
Es la comida más importante del día y, excepto los pocos alimentos prohibidos, se puede comer de todo con unas pocas condiciones: buscar productos de calidad y saludables, a ser posible, las frutas y hortalizas de cultivo biológico; los pollos y aves, de corral o campo; los pescados mejor de mar que de río o piscifactoría; las carnes... aquí tropezamos con el problema de que la inmensa mayoría de las que podemos adquirir son de producción industrial, generalmente, de animales estabulados en zahúrdas o baterías donde no pueden moverse, atiborrados con piensos no naturales creados para un rápido engorde, de antibióticos para que no enfermen, de hormonas y productos químicos para que den más peso... No hay muchas elecciones, si acaso, mirar para productos de mayor calidad y precio, que garanticen su crianza con pastos naturales y en libertad.
 
Respecto a la forma de cocinarlos, aunque lo ideal sería comer carnes y pescados crudos, como se entiende que sería imposible o muy difícil para muchas personas, tenemos que procurar que tanto las carnes como los pescados que vamos a comer no sufran demasiado los efectos del calor. En filetes, unas muy ligeras pasadas por la plancha o la sartén, engañándolos para que parezcan que están bien hechos, pero que queden algo crudos por dentro. Lo cierto es que se comen bien. La carne, cortada a taquitos pequeños, se puede hacer en un salteado en una sartén con algo de aceite y unos ajitos. En unos minutos está hecha. El atún encebollado, lo mismo, taquitos pequeños, mucha cebolla y unos 8 ó 10 minutos. A todo ello se le puede añadir las especias que se quieran.
 
Huya de guisos con mucho tiempo al fuego y haga productos que necesitan escasa cocción. Arroz con mariscos, pescados, carnes, hígado, etc., sólo requiere 14 minutos. Las patatas con carnes, hígado, pescados, etc., lo mismo, unos 15 minutos. Las verduras, coliflor, zanahorias, espárragos, habas, guisantes, puede cocerlas 10 ó 15 minutos, mejor al vapor, y nada de olla exprés. Las legumbres, garbanzos, alubias, etc., de primerísima calidad, 12 horas de remojo y apenas una hora de cocción (con chorizo, morcilla, carne y tocino). Las lentejas, elegir las que no necesitan remojo y están hechas en apenas 20 minutos. De segundo, huya cuanto pueda de los fritos y acostúmbrese a los mariscos, gambas, langostinos, cigalas, etc., con sólo un chapuzón sobre el agua hirviendo o, en plancha o sartén, una vuelta y vuelta de unos 30 segundos. Los pescados, igual, un ligero pase por la plancha como explicamos en el párrafo anterior. Y otras muchas cosas de la gran variedad que hay, pero siempre cuidando estas formas que explicamos.
 
Cenas.
 
Deben ser siempre muy frugales. Algo de embutidos, jamón, lomo en caña, longaniza, salchichón, etc., cuidando que sean de primerísima calidad (el problema -si los encuentra- puede ser el precio, pero nuestra salud bien lo vale), alguna lata de conservas, atún, melva, caballas, mejillones, etc., (procurando mejor los envasados en aceite de oliva virgen extra) y sólo de vez en cuando. También de vez en cuando, huevo duro (8/10 minutos), escalfado o cuajados (unos minutos), con mayonesa (de buena calidad), corazones de alcachofas, espárragos blancos, etc. También es muy saludable pasar de la cena alguna que otra noche.
 
Postres.
 
Frutas, muchas frutas, del tiempo aprovechando sus temporadas. Todas son buenas, por lo que no distinguimos ninguna. También son de extraordinario valor los frutos secos. Nueces, piñones, almendras, pistachos, avellanas, cacahuetes, etc., se deben comer con mucha frecuencia, a diario, variándolos e incluyendo también frutas desecadas (higos, orejones, dátiles, pasas, etc.), eso sí, huyendo de los fritos -y a ser posible de los tostados- y procurando que sean naturales, a granel y con sus cáscaras, o sea, sin pelar (se encuentran con facilidad). Por supuesto, debe huir de todo tipo de dulces, pastelería, frutas en almíbar, etc. Pero, no se prive de algunos postres que sí se pueden comer, por ejemplo, el arroz con leche, hecho con alguna de las leches alternativas y miel. En Internet puede encontrar diversas recetas para comidas y postres compatibles con nuestro régimen. Incluso de helados.
 
Cambie todos los hábitos que sean necesarios en sus comidas. Sin dudarlo. Es su salud.




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