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  • Alfonso Estudillo

    REUMÁTICAS Y AUTOINMUNES

    Envejecimiento prematuro

    por Alfonso Estudillo

Envejecimiento prematuro

Hay una enfermedad genética, que se caracteriza por un envejecimiento brusco y prematuro en niños de uno o dos años, llamada Progeria (Síndrome de Hutchinson-Gilford). Se manifiesta en el tejido conectivo por alteraciones estructurales en el núcleo de las células y defectos en la reparación del ADN. También puede presentarse en la segunda década de la vida -Síndrome de Cockayne- y en épocas más tardías, como el Síndrome de Werner, conocido también como Progeria del adulto. Hay muchos científicos e instituciones (entre ellos la Progeria Research Foundation) dedicados a la investigación de su etiopatogenia, pero, al día de hoy, no existe nada que pueda curarla.

Pero no es de esta severa enfermedad, extremadamente rara y de tan mal pronóstico, la que nos ocupará en esta página, sino el de las vicisitudes que nos afectan a todos los seres humanos a medida que nuestro reloj biológico prosigue en su imparable tarea de marcarnos las horas. Porque, indefectiblemente, nos hacemos viejos. Y, si bien es verdad que -enamorados de la vida- llegar a viejo es lo peor que puede pasarnos, hay otra cosa aún peor ...que es no llegar.

El envejecimiento o senescencia es el conjunto de modificaciones en el aspecto del cuerpo, las capacidades físicas y, a menudo, intelectuales que aparecen como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos, todo lo cual supone una progresiva disminución de la capacidad de adaptación en cada uno de los órganos, aparatos y sistemas, así como de la capacidad de respuesta a los agentes lesivos que inciden en el individuo.

Los signos externos del envejecimiento son evidentes y componen una larga lista:

Pérdida progresiva de la capacidad visual, presbicia, miopía, cataratas, etc.
Pérdida progresiva de los sentidos del gusto y de la audición.
Pérdida progresiva de tejidos musculares y elasticidad muscular.
Pérdida progresiva de la agilidad y capacidad de reacción refleja.
Pérdida progresiva de fuerza y vitalidad.
Pérdida progresiva de capacidad inmunitaria frente a agentes patógenos.
Pérdida progresiva de la libido, disminución de la espermatogénesis y menopausia en la mujer.
Disminución del colágeno de la piel y aparición de arrugas, manchas, etc.
Degeneración de estructuras óseas y aparición de deformaciones, osteoporosis, artrosis, etc.
Aparición de demencias seniles y déficits y trastornos neurológicos, Alzheimer, Parkinson, etc.
Alteración de la próstata y riesgo de cáncer en varones.
Aumento de la hipertensión arterial (HTA).
Alteraciones del sueño.

Algunos autores han buscado los deterioros internos que expliquen todos estos signos externos. Estos deterioros o anomalías son múltiples. Entre ellos:

Síntesis de algunas proteínas de estructura anormal, con sustitución de un aminoácido por otro.
Glicosilación excesiva de las proteínas, con híper producción de interferón gamma, importante mediador en la génesis de las alteraciones autoinmunes.
Alteración del ADN mitocondrial, que no está protegido por las histonas como el ADN nuclear.
Aumento de radicales libres, favorecido por peor funcionamiento de las enzimas antioxidantes.
Transformaciones en la matriz extracelular; más colágenos y menos proteoglicanos, glicoproteínas y elastina.
Aumento de la apoptosis (autodestrucción de las células).
Ausencia, descontrol o exceso de actividad de los anti-oncogenes con relación a los oncogenes
Senescencia replicativa celular por acortamiento de los telómeros.

Y, sin duda, existen otras muchas anomalías que todavía no han sido descubiertas.

Hay diversas teorías históricas acerca de la vejez, pero la síntesis actual sobre la fisiología del envejecimiento nos dice que envejecemos porque las macromoléculas que componen nuestro organismo (ácidos nucleicos, proteínas y lípidos) van acumulando daños que provocan pérdida de sus funciones. Por estas alteraciones, el funcionamiento normal de las células se modifica originando un mal funcionamiento de los diferentes órganos y tejidos. Es lógico, puesto que nuestro organismo es un sistema dinámico en continuo estado de degradación y reparación. El envejecimiento corresponde a una ruptura de ese equilibrio, y se va originando cuando la acumulación de daños sobrepasa la capacidad de reparación. En esta ruptura intervienen factores muy variados: influencias genéticas, comportamentales y ambientales, que pueden y suelen afectar de manera positiva o negativa.

La longevidad del hombre se estima entre los 90 y los 100 años. Pero algunos autores consideran que nuestro reloj biológico se sitúa entre los 120 y 150 años. Esto es muy posible si tenemos en cuenta el notable progreso del desarrollo socioeconómico y los continuados avances en medicina, cirugía, medicamentos y políticas de salud pública. Esta progresión la podemos confirmar con los datos de la esperanza de vida, que para Europa era de poco más de 40 años a principios del siglo pasado con la actual de casi 80 años. En España (puesto 16 de 210 países) la esperanza de vida media actual es de 81,17 años (casi 80 años los hombres y 84 las mujeres).

En resumen, más gente vive más tiempo. Pero hay que reconocer que muy a menudo esta vejez se desarrolla en condiciones que no siempre son óptimas. Enfermedades cardiovasculares, afecciones autoinmunes y neurológicas, cánceres, etc., afectan a muchos sujetos de edad avanzada. Y, según datos estadísticos, con bastante más frecuencia que antes.

Las causas, sin duda, son múltiples, pero destaca sobremanera la alimentación moderna. Estoy de acuerdo con el profesor Jean Seignalet en la enorme importancia de este tipo de alimentación en los deterioros que sufrimos la especie humana. Las instituciones responsables de nuestra salud señalan como causantes del mal estado de salud y del envejecimiento prematuro al nivel socio-económico, ciertas profesiones, el tabaco, el alcohol, el estrés, la vida sedentaria, falta de ejercicio, etc. No cabe duda de que todas ellas -o algunas- pueden tener su parte de culpa, pero ¿y todos los tóxicos que nos entran cada día por el pico? Trazas de abonos químicos y plaguicidas que acompañan a los fresones, los tomates o las patatas; hormonas, antibióticos y componentes de una nutrición con piensos no naturales que nos vienen con las carnes de ternera, de cerdo, de pollo, etc.; trazas de mercurio y otros metales pesados que acompañan al salmón, al pez espada, al atún y hasta a la humilde sardina; la multitud de aditivos químicos que se nos sirven con toda clase de alimentos procesados, etc., etc., etc. Esta alimentación "moderna" -sin olvidar la enorme contaminación del aire, del agua, del suelo, de plásticos, pinturas, cacharros de cocina y de todo cuanto nos rodea- es el factor preponderante y determinante en el deterioro de nuestra salud y, en consecuencia, de las escasas posibilidades de lograr mayor longevidad y una vida desprovista de los estigmas que nos imponen tantas enfermedades.

Un seguimiento correcto del Régimen Ancestral -cuanto antes lo iniciemos, mejor- por cuanto excluye un altísimo porcentaje de agentes nocivos, puede, no sólo aportarnos una clara, completa y duradera remisión de la mayoría de enfermedades reumatológicas, neurológicas y autoinmunes en general, sino también unas extraordinarias medidas de prevención contra otras posibles condiciones patológicas y un organismo más saludable y capaz de responder con más eficacia -disminuyéndolos y ralentizándolos- a todos los procesos de deterioro a que inevitablemente nos conducen los años.

Con su seguimiento estaremos participando de manera activa en el denominado Envejecimiento Activo, requerimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), definido en 1999 como "el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen". Dicho concepto también fue adoptado por la segunda Asamblea Mundial del Envejecimiento, celebrada en 2002 en Madrid, España.

Poco más puedo añadir a lo ya dicho como no sea que tomen verdadera conciencia de la cantidad de alimentos poco saludables que componen nuestras actuales dietas. Y recomendar a todos muy encarecidamente, incluso a chavales jóvenes y personas que gozan -aparentemente- un envidiable estado de salud, que consideren la importancia de una alimentación saludable y carente de tóxicos para poder gozar de una vida larga y sin los incordios de achaques y enfermedades.

En las páginas del Régimen Ancestral tienen lo que, de no ser producto de la investigación y de la Ciencia, habría que llamar milagro. Síganlo y vivan una vida larga y plena.





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