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  • Alfonso Estudillo

    Enfermedades de Mecanismos Complejos

    Síndrome de Fatiga Crónica

    por Alfonso Estudillo

Síndrome de Fatiga Crónica

El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) es una enfermedad neurológica que, por las complejidades de su etiología y la variedad de sus manifestaciones clínicas, es considerada por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad neurológica grave diferenciada en varias entidades. En los últimos años se ha avanzado mucho en las definiciones y clasificaciones de los distintos subtipos y, en la actualidad, reconocidos los mismos por todas las organizaciones médicas internacionales, constan diferenciados en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE 10 en su última revisión).

El Síndrome de Fatiga Crónica se debe diferenciar de entidades muy similares como la Fibromialgia, la simple Fatiga Crónica (como síntomas que suelen acompañar a diversas enfermedades de todo tipo), el Síndrome de Fatiga Crónica Postviral -o Encefalitis Miálgica- y el Trastorno Depresivo Mayor. Estas clasificaciones recogen las entidades más importantes, pero aún se mantienen en estudio otros tipos de fatiga anormal o post esfuerzo para los que ya existe una propuesta de nombre (Enfermedad Sistémica de Intolerancia al Ejercicio) y que se integrarían en un futuro CIE 11.

El Síndrome de Fatiga Crónica puede afectar de manera progresiva al sistema inmunitario, al neurológico, al cardiovascular y al endocrino, y, entre otras manifestaciones, podemos encontrar fatiga severa, dolor muscular y en las articulaciones, fiebre, sueño no reparador, intolerancia a la luz y a los cambios de temperatura, sensibilidades químicas múltiples, sensibilidad electromagnética y a otros factores ambientales, sensación de estado gripal permanente, faringitis, pérdida sustancial de concentración y memoria, desorientación espacial e intolerancia al estrés emocional y a la actividad física.

No se conocen sus causas, si bien, entre ellas se contemplan las infecciones -principalmente víricas-, la respuesta autoinmune y los agentes tóxicos o sustancias químicas, coexistiendo con factores desencadenantes como el estrés físico o psíquico y las alteraciones inmunológicas, a los que, aún sin que actualmente siga sin reconocerse, podemos añadir el medioambiental traducido en la alimentación moderna. Como en tantas otras enfermedades de etiología desconocida, no se dispone de ningún tratamiento válido.

No quiero terminar esta breve descripción sin añadir la visión, hipótesis y experiencia tenida por Seignalet sobre el Síndrome de Fatiga Crónica. En su descripción, recogida en el apartado de Enfermedades de Mecanismos Complejos, nos relata lo siguiente:


FATIGA CRÓNICA

El 25% de los humanos padece fatiga de mayor o menor intensidad. Sin embargo, para hablar de fatiga crónica, hacen falta algunos criterios precisos, enumerados más adelante según su frecuencia.

• Fatiga de manifestación rápida, tanto física corno intelectual, presente al menos durante más de 6 meses, reduciendo en al menos un 30% la actividad, sin razón médica o psiquiátrica (100%).
• Aparición al final de tina enfermedad infecciosa (90%): mononucleosis infecciosa, fiebre Q, enfermedad de Lyme, infecciones bacterianas y principalmente virales.
• Dolores musculares o incomodidad muscular (100%).
• Dolores articulares migratorios,, sin inflamación (72%).
• Trastornos de1 sueno, con híper o hiposomnia, sueño no reparador (92%).
• Cefaleas (100%), que sugieren el trastorno cuando son recientes.
• Fiebre moderada o escalofríos intermitentes (92%).
• Dolores dc garganta o a veces faringitis (85%).
• Ganglios cervicales y/o auxiliares dolorosos: o hipertrofiados (50%).
• Pérdidas de memoria y/o dificultades de concentración y/o irritabilidad (100%).
• Fotofobia (miedo a la luz) y/o escotoma transitorio (mancha que cubre el campo visual) (75%).
• Malestar o fatiga intensa después del ejercicio físico (no se menciona la frecuencia).

La fatiga crónica ofrece algunas semejanzas con la fibromialgia. Sin embargo, es posible diferenciar las dos enfermedades. Es necesario un buen diagnóstico, ya que este puede dar un pronóstico: la nutrición original, a menudo efectiva en la FM, tiene resultados más irregulares y a menudo parciales en la fatiga crónica.

Esta afección afecta a 3 mujeres por cada varón. Se considera bastante rara, y afecta a 2 personas de cada 1.000. Probablemente, esta cifra esté subestimada, pues sólo hace 2 años que me ocupo de esta patología y ya he encontrado 11 casos- El pronóstico es severo en el adulto. No existe peligro de muerte, pero los síntomas persisten a largo plazo en el 90% de los pacientes (Joyce y col., 1997).

Desgraciadamente, no se dispone de ningún tratamiento válido. El ejercicio físico forzado, así como el reposo prolongado, fracasan. La suplementación en magnesio, los antidepresivos o la psicoterapia no dan ningún resultado. A veces se consigue una mejoría con los corticoides, las inmunoglobulinas intravenosas o el NADH (Reid y col., 2000).

La patogenia de la fatiga crónica es controvertida. Algunos autores le atribuyen un origen psiquiátrico y la consideran una clase de estado depresivo, acompañado de una somatización importante. Creo que es un gran error, ya que:

• Los antidepresivos y la psicoterapia no aportan ningún beneficio.
• Los pacientes no están deprimidos, tienen ganas de trabajar, de retomar sus actividades, de participar en la vida, pero no pueden porque están agotados.
• Cuando aparece una depresión nerviosa, no es primaria, sino reactiva: el sujeto se desmoraliza ante sus sufrimientos y su invalidez crónica.

Propongo que la fatiga es la consecuencia de una respuesta inmunitaria, desencadenada por un agente infeccioso pero que, en lugar de detenerse al cabo de algunas semanas, persiste indefinidamente. Semejante proceso puede «agotar» la energía del organismo y explica muy bien la astenia física e intelectual. En favor de esta teoría estarían la producción aumentada de los interferones (Komaroff, 2000) y de algunas citosinas, con una resistencia de la respuesta inmunitaria a la influencia reguladora del sistema nervioso y de las glándulas endocrinas (Kavelaars y col., 2000). También respalda esta teoría el efecto favorable en la fatiga crónica de los corticoides y de las inmunoglobulinas intravenosas.

Se han descrito numerosas anomalías en la fatiga crónica (Evengard y col., 1999; Streeten, 1998):

• Una hipotensión ortostática.
• Una disminución de las beta endorfinas.
• Una disminución de la secreción de cortisol.
• Un aumento de la tasa de serotonina cerebral.
• Una disminución del flujo sanguíneo en algunas regiones del córtex cerebral y en el tronco cerebral (Costa y col., 1995; Tirelli y Col., 1998).

Estas anomalías pueden participar en el mantenimiento de la astenia, pero creo que no constituyen la primera causa de 1os trastornos, sino que son consecuencia de la pérdida de la energía empleada en mantener una respuesta inmunitaria prolongada.

Si esta teoría es correcta, habría que saber si la aceleración de la respuesta inmunitaria está ligada a una estimulación crónica, debida a la persistencia en el organismo del germen causal o de algunos de sus antígenos, o a un trastorno de la respuesta inmunitaria, inicialmente inducido por el germen, pero que perdura después de la desaparición de éste.

Es de esperar que el régimen alimenticio ancestral pueda combatir estos dos fenómenos. Al limpiar los macrófagos, les permite fagocitar y eliminar algunos gérmenes o sus restos. Al limpiar los linfocitos, su actividad excesiva volverá a la normalidad. Son acciones mas indirectas que directas, que a priori me hacían temer cierta proporción de fracasos. Y, efectivamente, los resultados están mitigados. De 11 pacientes que sufrían fatiga crónica, registré el siguiente balance.

• 2 fracasos completos,
• 7 mejorías de alrededor de un 50%
• 2 remisiones totales.

Sin duda, en los casos rebeldes, habrá que aplicar conjuntamente otras terapias. Espero probar, por ejemplo, algunas mezclas de enzimas (Neu y Kansberger, 1995) administradas por vía oral. Del 12 al 20% de estas enzimas atraviesan la barrera intestinal y podrían degradar en diversos lugares del organismo a los péptidos antigénicos bacterianos o virales. Se puede recurrir también a la inmunohomeopatía (Hervieux, 1996 y 1998) con el objetivo de inhibir la respuesta inmunitaria persistente.



El Régimen Ancestral.

Poco puedo aportar a lo que ya nos refiere Seignalet, pero, completamente de acuerdo con su exposición, pienso que los efectos del Régimen pueden ser bastante eficaces en personas con SFC. Como en otras patologías en las que, además de la indudable acción del factor medioambiental, interviene y es preponderante el factor neurológico, el tiempo y la adhesión de pacientes al seguimiento del Régimen vendrá a ponerle cifras a lo conseguido. Y no me cabe dudas de que éstas se medirán por éxitos.





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