LA WEB de la ARTRITIS REUMATOIDE
  • Alfonso Estudillo

    EXPERIENCIAS Y PRUEBAS

    EXPERIENCIAS CON EL AZÚCAR

    por Alfonso Estudillo

Experiencias con el azúcar

Esta prueba realizada con el azúcar, como los resultados fueron diversos, raros, inesperados y se prolongaron en el tiempo bastante más de lo que podíamos suponer normal, no la plasmé en su día en un artículo dedicado a ella a la espera de ver qué otras consecuencias podría advertir al paso del tiempo. Sin embargo, comprobados que sus efectos son bastante dañinos para los afectados por las enfermedades reumatológicas y autoinmunes en general, no quería dejar de ponerlo en la web para conocimiento de todos cuantos, afectados y siguiendo el Régimen, leen sus páginas. Por ello lo relaté en el artículo de enero del pasado año (2013) "Seis años sin Artritis" y lo continué en el de enero de este año (2014) "Siete años sin Artritis". Pero, considerando que es más fácil su consulta en un artículo dentro de su sección, y que con el tiempo transcurrido -unos dos años- no espero ninguna otra novedad, lo incluyo ahora -finales de 2014- en la misma.

Fechas de la prueba: 2012-2013

Pensando en la problemática que contaban muchos lectores por ciertos excesos en las fiestas de Navidad y fin de año -todos ellos relacionados con los dulces y chucherías que se suelen comer-, consideré hacer una prueba con el azúcar refinado -principal causante del problema-. Para ello, en los últimos diez días del mes de diciembre de 2011 estuve comiendo tras la cena un alfajor y algunas figuritas de mazapán (casi todo azúcar). El resultado no se hizo esperar y antes de la fiesta de Reyes ya notaba dolor en manos, muñecas y ambos pies. Podemos decir que no muy fuertes y, además, sólo funcionales, pero fastidiosos y que limitaban a la hora de hacer cualquier cosa.

Antes de seguir les quiero aclarar un concepto para que vean cómo pueden afectarnos alimentos que compramos como de buena calidad y que no lo son tanto. Me refiero a los alfajores. Éstos exquisitos dulces -aclaro que los andaluces, concretamente los de Medina Sidonia- de acuerdo a su fórmula de siempre, deben estar hechos de almendras molidas y miel -aceptados por el Régimen- (aunque pueden llevar algunas avellanas, un poco de pan rayado o harina y algo de especias). Pues, puedo asegurar que estos que comí este año (los compré sabiendo que eran simple imitación de los auténticos de Medina), en lugar de miel llevaban azúcar blanquilla. Y en una proporción que, al igual que las figuritas de mazapán, podemos estimar en más de la mitad de su peso.

Al llegar Reyes dejé de comerlos esperando que las inflamaciones remitirían en una o dos semanas. Pues, no. Las inflamaciones, aunque disminuyendo luego progresivamente, se mantuvieron durante varios meses. Además, me obligaron a tomar corticoides durante las primeras semanas.

Tras considerar que la crisis había remitido, y a pesar de continuar el Régimen de la forma habitual, seguí observando manifestaciones que, sin razón aparente, se fueron repitiendo a lo largo de todo el año 2012. Algunas, además de "raras", no fueron tan leves, como, por ejemplo, una severa inflamación de ambos dedos índices (interfalángicas proximales) que se mantuvieron durante un par de meses, remitiendo luego hasta una completa funcionalidad, para, por extraño que parezca, reaparecer a final de año y continuar varios meses (aunque disminuyendo). Otra "rareza" fue una "caída" del pie izquierdo (plantillazo al andar e imposibilidad de andar con el talón, todo sin dolor alguno). Estuve varias semanas intentando ejercitar los músculos y nervios implicados (ciático poplíteo, tibial y peroneo) sin apenas conseguir reactivar la función. Sin embargo, muy lentamente, comenzó a recuperarse y terminó funcionando con total normalidad.

Desde esa excesiva ingesta de azúcar no he hecho más pruebas que implicaran crisis seguras. Tras considerarla acabada, durante todo el año estuve comiendo de acuerdo al Régimen, si bien, de la forma habitual mía, transgrediendo levemente algunas normas para conseguir mantener la AR en un estado latente próximo a manifestarse, sin dolores ni inflamaciones, pero que permite ver rápidamente (en los tres días siguientes) si el alimento a prueba tiene capacidad de producir reacciones o, por el contrario, se puede comer sin problemas. Y es por ello que me resulta extraño, toda vez que estas inesperadas crisis parecen apartarse de los razonamientos científicos que nos aportara Seignalet y los conocidos mecanismos por los que opera el Régimen.

No sé si los principales componentes del azúcar, la glucosa y la fructosa, tienen algún poder tóxico especial o sus propiedades químicas y biológicas tienen mayor incidencia en los mecanismos metabólicos de nuestro organismo,  pero, reflexionando sobre el tema, y considerando que sus capacidades nocivas no pueden diferir mucho de otros más conocidos, como las proteínas lácteas o las altamente modificadas de los cereales, sólo se me ocurre una hipótesis que, aún con cierta reserva para los azúcares, los aglutina a todos:

· Cuando un paciente afectado por AR -u otras patologías autoinmunes- comienza el Régimen, casi de inmediato comienza a notar una mejoría que suele convertirse en extraordinaria remisión en un plazo de uno o dos años. Continuando el Régimen correctamente, esta remisión se mantiene sin el menor problema durante años (puedo dar fe por mi magnífico estado durante los tres años que siguieron a su comienzo, y que sólo se interrumpió por las lógicas crisis sobrevenidas a causa de las pruebas que efectué los años siguientes). Pero, si volvemos a comer -durante cierto tiempo y cantidad- alimentos de los considerados tóxicos o desconocidos, parece ser que el sistema inmune -que conserva una memoria (inmunidad adaptativa o adquirida)-, alarmado y fuera de todo control ante el ataque de viejos enemigos a los que ya creía vencidos para siempre, reacciona y comienza su actividad con mayor virulencia -durante más tiempo y en fases repetitivas- con el objetivo de acabar de una vez por todas con su pesadilla. (Un mecanismo parecido, o que guarda cierta relación, con el de las vacunas, pero que, a diferencia de la respuesta normal de la inmunidad adaptativa, parece crear respuestas de autoinmunidad contra el propio organismo aun cuando los agentes causales -péptidos o macromoléculas alimentarios-, y la cantidad, no sean los habituales. Estas respuestas pueden ser recurrentes -por simple afinidad en los agentes causales- y, aún con pequeñas cantidades, producirse de manera exagerada.)

Esta teoría (expuesta en lenguaje divulgativo, porque explicarla con términos científicos sería  larga, compleja y, posiblemente, inentendible para muchos) parece razonable porque es lo que he advertido en cada una de las pruebas relevantes que efectué en los últimos años. Así, en la primera prueba importante, la de la leche, efectuada en el verano de 2009, en la que durante tres meses estuve tomando algo de leche y un trozo de queso a diario con la cena sin que sobrevinieran inflamaciones, cuando decidí ir a por todas y me tomé medio quilo de helado en dos días, la crisis, no sólo sobrevino de inmediato sino que necesité más de tres meses hasta que se extinguieron todas las manifestaciones. Con la del pan, comenzada en marzo de 2010 con una ingesta de pan aumentada diaria y progresivamente hasta alcanzar una cantidad entre 200 y 400 g., ocurrió otro tanto. Durante marzo y abril no noté absolutamente nada, pero, llegado mayo, comenzó la crisis con manifestaciones articulares que llegaron a ser severas (y en lugares donde nunca antes las había tenido). Terrible durante mayo y junio, y aún necesité que pasaran julio y agosto hasta verlas finalizadas. La siguiente, en 2011, por su poca importancia, ni siquiera consideré exponerla en un artículo, pues fue solamente relajarme en la alimentación diaria comiendo algunos alimentos no recomendables o excediéndome un tanto en el cocinado. Las manifestaciones, muy poco severas, se mantuvieron mientras mantuve la prueba y se extinguieron poco tiempo después de retomar el Régimen normal (la cantidad de ingesta tóxica no era suficiente). Y, esta última, la del azúcar, es, sin duda, la que más ha durado tras dejar de comer el alimento causante del problema, con una crisis primera de tres meses y persistiendo más de un año con crisis o mini crisis que, por lo insólito del caso, dan lugar a estas reflexiones.

Quizás podría formularse una segunda hipótesis, que estaría relacionada con malfunciones del sistema endocrino y del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenales -por envejecimiento o trastornos patológicos-, que implicaría deficiencias hormonales, alteración de la capacidad de síntesis de proteínas, entre otros y cambios en la respuesta tisular. Pero, más que un segundo mecanismo que explicara la persistencia recurrente y mayor durabilidad de las crisis -sin causa aparente-, pienso que todas estas malfunciones o deficiencias estarían implicadas y podrían ser causas complementarías de la primera.

Para intentar atajarlas he investigado sobre los mecanismos metabólicos y probado alguna que otra fórmula. Una de ellas, pensando en un posible aumento en la permeabilidad intestinal, fue la de compensar las posibles deficiencias enzimáticas -propias y de los alimentos- mediante suplementos de enzimas digestivas y pancreáticas, al tiempo que disminuir la producción ácida con un inhibidor de la bomba de protones (Omeprazol u otro). El resultado (tras un año de pruebas), aunque bueno, no se puede considerar éxitoso para inhibir las recurrencias y durabilidad de las crisis. Sin embargo, sí parece extraordinario para pacientes con diarreas frecuentes y problemas gastrointestinales.

Sigo investigando y estudiando el tema por si pudiera hallar otras explicaciones a la forma rara, grave y severa en que nos afectan los azúcares. Al día de hoy de lo que sí estoy convencido es de que hay que suprimirlos por completo de nuestra dieta diaria. Y, tanto por la experiencias obtenidas en las pruebas efectuadas como por los datos encontrados en numerosos estudios científicos (además de las últimas recomendaciones de la OMS), considero que debemos excluir totalmente el azúcar refinado y limitar muy mucho todos los demás, la miel, el azúcar de caña y cualesquiera otros endulzantes naturales. Y como es la glucosa y la fructosa los principales componentes del azúcar, y estos también se hayan presentes en altas proporciones en los frutos secos o frutas desecadas, como las uvas pasas, dátiles, ciruelas, etc., tenemos que limitar su ingesta a unas pocas piezas y no de forma continuada. No así las frutas del tiempo, puesto que las proporciones de fructosa no son altas en ninguna de ellas y no llegarían nunca a niveles de riesgo.

Así está ya recogido en el Régimen Ancestral y descrito en el artículo "Los azúcares", de la sección Los alimentos a examen (que les recomiendo que lean para más información).




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