Enero 2018
Sigo perfectamente. Por lo tanto, nada nuevo que contarles sobre mi estado de salud en este recién
acabado año de 2017. Lo único reseñable es lo de esas mínimas molestias que ya sentía en 2016 y que les
contaba en el artículo anterior. Han persistido, pero, a pesar de su origen genético/ambiental y estar
muy propiciadas por la edad, he de reconocer que en un
grado bastante más tolerable que las sufridas el pasado año. Y como lo más lógico sería que, al ser un
año más viejo, esos pequeños incordios aumentaran, como no ha sido así, no tengo más remedio que
considerar que la evolución de las causas que determinan la Artritis Reumatoide, y sobre todo el
tratamiento que aplicamos para curarla, es decir, el
Régimen Ancestral, persiste y
actúa en el tiempo de
manera muy positiva llevando nuestro organismo a un estado cada vez más saludable.
Así, pues, como no hay ninguna otra novedad que referirles, y no quiero repetirme escribiéndoles lo
mismo que ya les contara el año anterior, considerando que el artículo del pasado año ofrece bastante
explicaciones sobre las causas y origen, evolución, terapéutica farmacológica paliativa y algunas
otras circunstancias que inciden en la normalidad de nuestro organismo y armonía de nuestra salud, lo
vuelvo a poner como continuidad de esta breve introducción en la que les explico que todo sigue
perfectamente. Les será útil releerlo y recordar algún que otro detalle sobre los pilares en que los
que se
asientan su salud y la mía.
Enero 2017

Pues,
como viene sucediendo en estos últimos años, bien poco tengo que contarles de cómo me ha ido con la
Artritis Reumatoide en este pasado año de 2016. Sólo tendré que decirles que aquel monstruo que me
tuvo atrapado durante tanto tiempo (doce años), y que, al tiempo que destrozaba mi vida, destrozó
todos mis proyectos de futuro, no ha vuelto a aparecer por mi lado para nada. Se ve que me cogió miedo
y no quiere nada conmigo.
Lo que sí he sentido a lo largo de todos estos meses son unas ligeras molestias en los brazos (codos y
hombros) y alguna vez en las rodillas. Unas mínimas inflamaciones sin nada que ver con las propias de
la AR (inflamaciones en las articulaciones y cápsula articular) sino localizadas en los músculos
(miositis), en los tendones (tendinitis) y en la cápsula que los recubre (tenosinovitis). Estas
afecciones, si bien son bastante normales en cualquier persona a medida que avanzan en edad, pueden
ser más frecuentes y continuadas en aquellas que sufren o hemos sufrido enfermedades reumatológicas
del tipo de la Artritis Reumatoides. Y, para que no se preocupen pensando en que pueda ser que la
Artritis continúa haciendo de las suyas, aprovecho aquí para darles unos detalles que explican la
relación y el por qué se producen estas nuevas y mínimas inflamaciones.
Podemos estar curados por completo, haber llevado la enfermedad a una total y completa remisión de
todas sus manifestaciones clínicas y bioquímicas, pero hay que tener en cuenta que son
DOS
FACTORES los que determinan, activan y mantienen la enfermedad. Estos factores son,
fundamentalmente, el
genético y el
medioambiental. El primero es el
que determina el tipo de enfermedad que padeceremos. Nace con nosotros, está en nuestros genes y
siempre estará ahí, pues nada se puede hacer contra lo que es parte de nuestra
naturaleza. Sin embargo, y aunque es un condicionante para nuestro estado de salud, no deja de ser
una simple predisposición genética que por sí sola no se comporta -ni puede- como un
estado patológico ni presenta las graves manifestaciones clínicas que desencadenaría su activación
mediante el concurso del otro factor.
Este otro factor, el medioambiental, es una condición
sine qua non para que se active y
desarrolle la AR. Podemos decir que lo componen varios cofactores, entre ellos los contaminantes
físico-químicos, como los del aire, el agua y los alimentos, en los que encontramos plaguicidas,
metales pesados, antibióticos, hormonas y multitud de aditivos alimentarios; los contaminantes
biológicos, como los virus, bacterias, protozoos, hongos y otros parásitos (principalmente, como
gatillantes o desencadenantes de la enfermedad, y donde podemos incluir el estrés); y factores
personales de actitud y conducta, como malos hábitos en la alimentación, ausencia de ejercicios y
actividad física, drogas, etc. Pero, el principal factor medioambiental -y muy por encima de todos
ellos-, es
la alimentación actual, los alimentos que componen nuestra dieta diaria.
En la alimentación moderna encontramos multitud de alimentos y nutrientes que han sido sometidos a
procesos y manipulaciones -hibridaciones, ingeniería genética, cultivos intensivos, engordes
artificiales, procesamientos térmicos y químicos, etc.- que los han degradado, viciado o degenerado de
tal forma que resultan irreconocibles para nuestro metabolismo, cuando no nocivos o tóxicos para
muchos humanos. No voy a detallarlos porque ya se recogen y explican en el Régimen Ancestral, pero nos
queda claro que la completa exclusión de todos ellos, así como un exquisito cuidado en la elección de
los no excluidos más ciertas normas en los procesos de cocinado, nos lleva a una completa remisión
clínica y bioquímica de las enfermedades reumatológicas, y como mínimo a extraordinarias mejorías en
las neurológicas y autoinmunes en general.
Así, pues, toda vez que mantenemos eliminado el segundo factor con un fiel seguimiento del Régimen,
nuestra Artritis permanece inactiva y reducida a un simple condicionante de nuestra predisposición
genética. Es como un motor parado que no puede funcionar sin la gasolina de los tóxicos alimentarios.
Son los omnipresentes e inevitables contaminantes físico-químicos y biológicos que nos rodea, más las
-también ineludibles- acciones de la edad -potenciadas a veces por actitudes, conductas y hábitos no
todo lo saludables que debieran- los que, según su importancia, nos provocan estas u otras posibles
molestias.
No me voy a extender más en el tema, pero, si quiero hacerles algunas advertencias o consejos con
respecto a la forma de tratar estas pequeñas inflamaciones y molestias -no identificables con las
propias de la AR- que he tenido este último año como ya les refiero al principio. Y considero que debo
hacerlas porque es previsible que no se traten de episodios temporales, sino que, por sus
característica y relación con la edad (además de que siempre, aún en cantidades muy mínimas,
ingeriremos elementos nocivos en todo cuanto comamos, bebamos o respiremos), puedan estar con nosotros
con mucha asiduidad.
Los antiinflamatorios -Ibuprofeno y similares (COX-1)- alivian o mejoran al poco rato las molestias,
pero, como es previsible un uso continuado, aún en dosis mínimas (uno o dos comprimidos diarios o días
alternos), acabarían por producirnos daños gastrointestinales advertibles en dolores o molestias de
estómago e, incluso, hemorragias gástricas que se advertirían en heces negras. Por otra parte, como
han de ser eliminados por el hígado, también colaborarían a largo plazo en un mal funcionamiento
hepático que podría dar lugar a Esteatosis (hígado graso) o Hepatomegalia (inflamación y agrandamiento
del hígado). La toma de protectores gástricos (tipo Omeprazol u otros), aunque son efectivos y
aconsejables en terapias temporales, en tiempos prolongados no sólo acabarían por producirnos
problemas gástricos, sino que también contribuirían bastante al mal funcionamiento hepático. Por ello,
aunque lo mejor es no tomarlos para nada, si lo tomamos en períodos cortos y se advirtieran molestias
gástricas, lo mejor es recurrir a la Sal de Frutas (Eno) o a la simple cucharada de bicarbonato
sódico.
Para aliviar las molestias inflamatorias, en lugar de los AINEs normales (COX-1), se puede recurrir a
los Coxibs -Celecoxib y similares (COX-2)-, que no suelen causar problemas gástricos, pero, como
también contribuirían al daño hepático, se hace necesario tomarlos lo menos posible. Y lo mismo digo
de todos los demás fármacos que podamos estar tomando, porque casi todos son hepatotóxicos y es
fundamental que el hígado trabaje lo mejor posible.
Y he de explicar que el hígado no "duele", no puede doler porque carece de terminaciones nerviosas. Lo
que podemos sentir si los hepatocitos están inflamados por grasa es una sensación de malestar muy
pronunciado, como un dolor sordo, que, generalmente, se advierte más en la parte superior del
hipocondrio derecho (parte superior del abdomen y justo bajo las costillas). Si advertimos esta
sensación podemos ayudar a regenerar el hígado con la toma de Cardo Mariano -una cucharadita diaria de
semillas molidas-, y, naturalmente, tratar de evitar la ingesta de fármacos, alcohol y todo cuanto
pueda afectarle. Y no puedo dejar de advertirles que, ante todo, si tienen cualquier sospecha de mal
funcionamiento del hígado, vean a un hepatólogo para que les haga las pruebas oportunas y dictamine
con seguridad lo que pueda estar afectándolo.
Pues nada más que comentarles por ahora. Sigo aquí, contento y feliz de seguir curado de mi Artritis
y, como siempre, con mi mano tendida dispuesto a ayudar a todo el que me necesite.